Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Plein.

Hay veces en las que escribo por escribir. Para que sepáis que aún estoy viva, que pienso, existo y respiro. La necesidad humana de atención, calor, cariño. La necesidad de ser atendido por vicio, no por necesidad.
Pero hay veces en las que escribo llevada por el deseo de ser leida. La excitación en lo dedos, en el alma. Los pulmones llenos de ideas respiradas, casi esnifadas. Noches de luna llena, cuando me cantan los pensamientos golpeando de lleno mi cerebro, cada pliegue y recoveco de mi contraida cabeza. Teclas de piano retumbando en mis oidos de forma electroviral; ella cantaba en una terraza de parís y yo la escucho en un cuartucho del corazón de la sierra de Madrid. Así de fácil, un clic y recommeçon.
Y sé que se nota, que sabéis cuando es ahogo y cuando desahogo. Necesidad y vicio.  Lo sé. Porque yo también lo noto y me asusta.
Se entiende, ¿no?

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Old friends.

Los ojos vidriosos y la imposibilidad en el pecho. Siente remordimientos, se culpa.
Ya es su quinto cigarro y echa el humo con cierto deje de asco en la boca. Fuma por fumar preguntándose qué ha hecho mal, está decepcionado conmigo. Piensa que si hubiera estado más encima de mi, más pendiente y menos permisivo esto se hubiera evitado. Pero ambos sabemos que no puede cortarme las alas, no puede obligarme a estar en casa. Y le duele. Y a mi no me había dolido hasta ver que le he arrancado el sueño posiblemente a la única persona a la que esto le importa de verdad. Tengo las entrañas revueltas y este es mi tercer cigarrillo ya. Pero este es mi precio.
El suyo es irse a andar preguntándose una y otra vez el por qué de mi caida, ¿hasta qué punto puede echarse la culpa de mis fallos? Me obceco en el teatro y en la guitarra para evitarme pensar que es verdad, que estoy echando a suertes mi futuro. Y ahora solo siento una profunda impotencia, porque empatizo con él y con la impotencia que le genera ver como pierdo el tiempo tirando por tierra una oportunidad única que no todos tienen. Ahora los dos nos sentimos mal y ninguno sabe qué decir. Me espera el silencio más gélido.

"Ahora no tienes excusas, se supone que esto te gusta."

Ojalá tuviera una buena excusa para darte, una que nos convenciera a ti y a mi de que esto tiene una razón real que no sea lo putamente vaga que soy. Pero no la hay y esto nos duele, nos marca la espalda y las manos como si fuera un hierro candente dejando las palabras "vergüenza", "decepción" y "culpa" marcadas en nuestra piel. Y me encantaría pedirte cuartelillo "es un instituto nuevo, en bachillerato y no estaba preparada, lo siento" creéme, que lo siento. Que quiero que salga bien y que voy a encaminar las cosas. Que te quiero y que me mata por dentro ver como cargas en tu espalda con ese pedazo de mi que nadie quiere. 
Pero te prometo, que a pesar de todo puedo con esto. Puedo con esto y con más. Y quiero que lo veas y que beses mi frente sonriendo y pensando que lo has hecho bien, que lo he hecho bien, que estás orgulloso de mi. Que ya no soy torpe, que soy mayor. Que toco la guitarra porque todo está en su  sitio y que algún día irás al cine con tus nietos a verme. Y llorarás de la emoción por verme salir adelante.
Porque tienes razón, porque es lo que tú dices y esto es solo para mi y tú lo único que puedes hacer es disfrutar de mis éxitos y llorar con mis fracasos. Pero no culparte, no, eso no. Por favor.
Que esto es una promesa y te prometo que no volverás a sentirte mal nunca.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Causando desperfectos.

No eres mi foto favorita, ni las palabras precisas, no eres casi ni un instante en mi memoria. Te reto a aparecer en mis sueños y desarmarme del todo. Desarmarme, si, dejarme sin habla y sin aliento. Y sin saliva en los labios de tanto besarlos. Estoy convencida de que puedes hacer que no piense más y solo precisas tus manos. Interprétame esta noche, entre miradas desconocidas por las calles. Ellos nos ven, nosotros vamos ciegos. Reinventa, por favor, el concepto que tienes de mi. Te juro que si supieras un poco más no me dejarías sola, te juro que si supieras un poco más estos tragos te sabrían distintos. Más amargos aún, si eso es posible. Acaricias las heridas de mi alma con tus palabras que no parecen querer compadecerse de mi, ni hundirme más, ni llegan con el espíritu típico de "necesidaddesabercosasquenoteimportan". Solo usas tus palabras como un bálsamo, las aplicas en mi pecho con suavidad; manos de seda rozando mis ideas con forma clara de voz calmada, pausada. Transmites a mis pulmones sensaciones lumínicas de todos los colores, no solo verdes. Un gesto de esas manos me llevaría a la perdición. El mismo gesto podría quitarme la soga del cuello en el momento justo. Una necesidad como otra cualquiera. Como el alcohol en la garganta o la yerba en los pulmones. No dejas de ser una adicción, pero me jugaría todas y cada una de las partículas que me componen a que eres el doble de tóxico, aunque no te molestes demasiado en disimularlo.
Si te quedas prometo adjudicarte ahora mismo una canción, la próxima que resuene en mi caja torácica, esa misma será tuya para siempre. Porque careces de rostro, eres solo un torso, unas manos y unas ideas latentes. Suficiente, al fin y al cabo lo único que necesito de ti, de momento, es eso. Palabras.
En un futuro podríamos negociar otras situaciones para nosotros, hoy somos letras en mi teclado, en mis dedos. No hay pretensiones.













No eres mi nada, pero esta noche podríamos cambiar todo eso.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Am, C, G, D.

Tengo las manos heladas y el frío se traspasa a los huecos que deja mi alma, que hoy se parte en rodajas. Mi almohada parece inmensa y aún así no queda espacio para todos los silencios que me obligo a soportar. Quizás en otro lugar, quizás en otro momento, podría hacerte entender las cosas que ahora no puedo. Quisiera hacerte ver los infinitos universos que ahora me estoy perdiendo por fingir conformidad, que a veces parece que solo importan todos los cúmulos ajenos y me ahoga un poco por dentro el saber que da totalmente igual cuanto lo intente, hoy no seré yo otra vez.
 ¿Cómo hacernos entender "que toda la vida es sueño" que todo esto es solo un cuento, vacío, hueco y me pierdo en los espacios que se quedan entre tus dedos que rascando una guitarra que agobia, que pierde y que gana, que gira en las paredes de esta habitación, respira el corazón con la amarga sensación de que la vida se vive llorando, pero esta tarde no. Hoy no.
Y sé que una sola palabra, sin importar si es buena o mala, podría deshacerme y dejarme en un rincón tirada y abandonada o quizás más animada, con el latido desbocado que se apodera de la razón. No quisiera entrometerme, ni quisiera criticar la manera de vivir que han adoptado los demás pero si puedo decir, al menos desde mi opinión, que no me siento como una más del montón. No es un acto de ego, es solo una idea de esas que a veces tengo y quiero que se vea así. Como algo sencillo y pequeño, que se excede en lo modesto de dar una opinión y que esta sea escuchada.
Ruedan por mi cama decenas de pensamientos, escapan por mi ventana y solo quedo yo; encogida en una esquina y más sola que perdida, pero a veces la soledad es la que alimenta la confusión. De eso somos consciente, tremenda y absurdamente conscientes. Eso nos duele, saber que nosotros mismos nos ponemos la soga, la pistola apuntando a la frente. Gritas, pides auxilio, pero en esta inmensa calle no queda gente. Solo quedan "amigos" jugando a desconocerse, a evitarse, a evadirse y a esconderse, no se permite preocuparse, ni querer entenderse. En esta calle no queda gente, solo despojos de huellas dactilares en el costado y no son necesarios en ese preciso instante.
Estoy embotellada en cristal, microclima irrelevante que mantiene mi aire como desde el instante en el que ese alguien me echó de menos por primera vez. Contacto, contacto, contacto. Locura de besos con sabor a vodka barato e ilegalidades de lo más variopintas. Puede que sea eso lo que echo de menos, el contacto. Puede que me falte un poco de eso, ahora no lo tengo, me siento un poco vacía. Pero no tan vacía como cuando me regalaban unas caricias fingidas e interesadas más por pasar el rato que por ser complaciente. Voy a acercarme a esa ventana a gritar y voy a derramar mi mal Karma. 
Es todo tan tóxico, que atrae, que asusta, que engancha. Es una droga descolorida en unos dedos incapaces de sostener esta historia.
Solo es una respiración más que alterada que se cruza como el aire en unos acordes mal grabados, pero que ensordecen mi ánima.

domingo, 25 de noviembre de 2012

1019134.

Se parece tanto a ti que asusta. Cada uno tiene sus problemas y el mío es el malestar que siento cuando me acuerdo de ti. Cuando suena una canción que ni si quiera tenías adjudicada y me echo a pensar solo porque guarda similitud contigo, con lo "nuestro". Una noche, una sola noche en la memoria a veces es suficiente para hacerme retorcer y chillar como si realmente me intentara aferrar al hecho de que no te puedo querer, de que no tengo ese derecho y de que solo quedan "te gusto" con carencia de acento en la o. Seguro que tú encontrarías mejores palabras que yo para escribir lo que pretendo, o lo que pretende cualquiera. Cada uno se encoge y se queda en su campo literario. Me hubiera encantado decirte hace tres semanas que estaba volviendo a ser yo, que he empezado teatro y vuelvo a estar entera. Contarte que me dio por pensar que quizás todo halla sucedido así porque no tenía ese apoyo que supone para mi volver a actuar como tal. Tampoco hubiera estado mal que hubieras estado ahí cuando quise tirar la toalla con eso de la audicción en mi instituto, porque estaba muy nerviosa y no me entraba el texto. Hubieramos hablado y no me hubiera acordado de que al día siguiente valoraría un jurado menor mi "talento", dios mío, quizás me cojan y quiero que lo sepas pero no puedo decírtelo. Porque soy muy orgullosa, soy tan orgullosa que no tengo manera de saber qué tal acabó tu libro o qué tal el golpe que te dieron bajo el ojo, no sé si tienes cicatriz o si ya se pasó del todo. Son tantas las cosas por contarte y preguntarte que ya pesan. Ya cansa llevarlas conmigo.

"¿Recuerdas que siempre decías que nos fuéramos un fin de semana juntos, tal cual? Hagámoslo, vayámonos a la playa." 

Enviar


Fácil, electroviral e instantáneo. Tan sencillo como un clic para invitarnos a pasar un fin de semana en la arena. Realmente me apetece cambiar mi destino de viaje, pero no puedo hacerme algo así por un capricho más breve que una noche de verano. Porque está mal y no suena a razonamiento lógico, aunque suene a razonamiento mío. 
A veces me pregunto muy en serio por qué las cosas conspiran así, pero nadie te da nunca las respuestas que buscas y siempre me quedo a medias pensándolo. Te leo, te pienso, te fumo y me dejo caer en un apagado cúmulo de situaciones que me han llevado a estar apoyada en una ventana con medio cuerpo fuera y toda la cabeza volando lejos. Fácil de sentir el viento en la cara, pero difícil de describir semejante paz. Lo mismo con tu voz y tu imagen en mi cabeza, mi cabecita pensante y desquiciada.
Pero bueno, tampoco quiero extenderme y convertirme en uno de esos idiotas que utilizan miles de palabras para decir algo tan sencillo como esto;

Te echo un poco de menos.




Ahí lo tienes, ahora haz con esto lo que quieras y, por favor, cuídate mucho.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Bring.

Mis pasos, tus cenizas. Cada uno rompe el vaso que más le compensa y ya sabes lo mucho que me gusta jugar al azar. Traerte a mi lado y echarte, dejarte con las ganas. Sentirás el frío rozando tu garganta y pensaras que soy lo peor. Tendrás razón.
Pero, ¿sabes? todo tiene una motivación; pequeñas razones de peso y medidas frías como el vaho de media noche, dime, ¿Alguna vez has gritado bajo la luz de la luna hasta quedarte sin aliento y sentir tus pulmones estallar? Casi, casi, hasta llorar. Dejarte la piel de la garganta y sentirte un poco animal, un poco lobo, un poco libre. Escapa tu voz arrasando con tus cuerdas vocales y librando a tu pecho de sentimientos. Durante un segundo serás totalmente tú existiendo en tu plenitud y créeme que no puede compararse a nada esa sensación, salvo un beso. Se parecen, en el escalofrío que te recorre las entrañas y humedece tus ideas. En el ansia de más roces de labios inesperados, atropellados y estrepitosos. Sentirse el único ser de la tierra durante el segundo de contacto en el que se separa tu mente de ti y se confunde con los pensamientos del dueño de los labios que acarician los tuyos. Pequeños instantes, de locuras celosas de su propia existencia. Seamos vitales, sintámonos vivos con los detalles que nos regalan los pensamientos bestialmente apilados en nuestras cabezas. Seamos suspiros, ya sabes, toda esa poesía  de color verde yerba escrito como se merece y fumado como te apetezca. 
Disfruta de todo lo que venga, como sea. Y siente porque la vida es demasiado fugaz como para plantearse cada pequeños paso y gesto que se nos permite, siendo más de lo que sientes y sintiendo más de lo que eres. Como una paradoja, como unos ojos azules escondidos detrás de un flequillo empapado de lluvia y de miedos y de heridas por no poder rozar la piel que desean. Todo demasiado complicado, demasiado pensado, demasiado masticado, demasido social, demasiado blah, blah, blah, blah de los labios incorrectos. 
Palabras y más palabras más vomitadas que escritas. Porque me apetecía intentar entender por qué pienso lo que pienso y como lo pienso. No sé.
Es como tocar la nieve con los pies desnudos; el calor del frío.

lunes, 15 de octubre de 2012

I was scared.


Los atardeceres siempre los acompañaba de un buen peta. Mirar el sol caer la ponía melancólica, el aire de Octubre y el olor a salitre solo ayudaban a hacer de la sensación algo palpable. Una calada tras otra, casi acompasadas por el sonido de las olas chocar contra las maderas del embarcadero y el efecto visual del agua removida por la salida de los barcos. Lo malo de París era aquello; que no había mar. Por eso siempre que estaba fuera de su ciudad buscaba recovecos marinos en los que poder vaciarse por completo.
Ahí estaba, aquel atardecer al azar, con la mochila a los pies y los cascos a todo volumen centelleando canciones en sus oídos.

"Qué pensará el resto del mundo de los atardeceres".

Siempre pensaba movida por la más indecente de las curiosidades. Pensamientos palpables, pero privados, suyos. Discretos, directos, tranquilos cómo el humo. En realidad no le importaba qué pudiera pensar la gente. Sólo le gustaba jugar a que era otras personas, a que vivía en otras cabezas y pensaba de otras formas. Le gustaba ser quien era, pero nunca está de más jugar a suponer y a desvivir tu propia vida.
Aquel día se sentía mar. Se sentía brisa y bruma; silencio, palabras mudas y pisadas en la arena. Aquel día, aquel concreto día de Octubre, hubiera preferido ser flotando en el mar y ahogada de sal que estar en cualquier otro lugar; ni en casa, ni en un parque, ni en el instituto, ni en las calles. Buscaba formas poéticas en el viento. En el viento invisible, en el viento irreal. 
Aquel día tenía miedo. Pero no uno de esos miedo reales y táctiles; no de esos que se entiendes y de los que puedes decir "tengo miedo de... porque..." no. Solo estaba asustada del ritmo vibrante del mar, de los pasos acelerados de la gente. Solo estaba. Y estaba asustada de sus propias ideas y de su piel y de sus ilusiones y de sus vacíos y de estar asustada. El viento revolvía su pelo y en su cabeza todo quería salir, ella quería gritar, ella quería saltar al mar y besar la sal y chocar contra las olas.
Olvidar. Renacer. Reencarnarse. Vomitar.
Veía, vagamente, su reflejo en el agua. Se contaba historias de recuerdos. Recuerdos que no debían estar en su cabeza; las calles de París, su padre, su patria. Nunca se había sentido de ningún lugar, solo del mar. De cualquier extensión de agua que se abriera ante sus ojos. Azul. 
Caían ya las últimas luces, para ella eran las últimas luces de la tierra. Las últimas luces existentes. En su cabeza ya había saltado y no estaba ahí. El peta se había acabado, la sensación era evidente; sus ojos rojos, su cara pálida, sus manos temblorosas. Quería buscar una playa. Una playa pequeña y vacía por el frío, alejada del ruido del mundo. Quería seguir fumando, recordando, olvidando, soñando.

"Iré a algún lugar dónde poder estar a solas contigo, dónde poderte escuchar y dónde seamos."

sábado, 13 de octubre de 2012

Te qui.. te qui... ¡TEQUILA!

No es indiferencia, tu existencia me molesta. Que gastes mi aire, que ocupes mi espacio, que te atrevas a recordarme o pronunciar mi nombre son cosas que me repugnan. Me da náuseas saber que cualquier día vas a aparecer por aquí y vas a querer hablar conmigo.
No te soporto, no puedo y mira que lo estoy intentando; me estoy forzando a mi misma para tratar de hacer creer a mi mecanismo que me caes bien, pero la sola idea de tenerte cerca me hace plantearme medidas tan drásticas como escupirte en un ojo.
Dios mío, es que apestas. Absurdo bastardo, sal ya de mi bandeja de entrada. Cerdo intragable, no te soporto. Es superior a la idea que tengo de mi misma; no puedo convencer a mi cerebro de que eres un buen tipo. No puedo, no podemos. No te quiero cerca pero ni regalado. No hay palabras amables ni hay recuerdos felices, no me queda nada eso. No sé que ha hecho mi cerebro con ellos, creo que se los ha fumado o algo por el estilo porque, en serio, no me acuerdo de nada. De nada bueno al menos.
¿Puede ser que alguien haya encontrado mi botón de delete? No sé, es realmente extraño la repugnancia que me produce tu sola silueta.
Puedo decir casi con total seguridad que esto no me había pasado nunca. En la vida había sustituido la indiferencia por esta sensación de ganas de vomitar palabras desagradables.
¿Qué me pasa? ¿Qué me has hecho? ¿En qué he dejado que me conviertas? Yo no era así. No me gusta odiar, la sensación es mala. Es de cruzarme contigo y querer ver como se te hunde el cráneo en el asfalto. Odio desmesurado, odio universal. Mal y miedo. Pero sobre todo asco.

viernes, 5 de octubre de 2012

I'll stop the whole world.

Deja de ser y empieza a sentir. Olvídate de la realidad y fluye.
La ciudad está ardiendo a tu alrededor y no puedes quedarte ahí parado, mirando cómo todo se quiebra y se vuelve cenizas. El mundo que conocías, que amabas como tuyo, ya no existe. Ahora solo quedan los restos despedazados de una sociedad consumida y consumista. La gente se retuerce y grita, se arrepiente de sus pecados porque cree que esto se trata del apocalipsis y no. Esto es el premio más merecido del mundo; el premio a la vanidad y a la crueldad humana. Saquean comercios, follan, fuman y beben. Roban y se esconden como ratas. Las llamas crecen y tú, desde la parte más alta lo observas todo; tus ojos de hielo se han quedado con el mundo en la retina, te sientes deshacer. Eres demasiado puro como para entender lo que está pasando. Y gritas; pero el mundo no te escucha. Y chillas; pero el mundo está ocupado en pudrirse.

"Parad, por favor ¡parad!"

¿Por qué nadie te escucha? ¿Por qué todos te están ignorando? ¿A caso no te ven? ¿A caso no lo sienten? Quieres llorar y escupirles, quieres tantas cosas que te sientes morir. Y desde el segundo en el que empezó a arder la ciudad sabes que son estúpidos, pero tú te sientes igual de idiota solo por estar ahí arriba mirando y no ahí abajo gritando. Alguien debería haberte visto ya, no puedes ser tan insignificante.
Suena un grito, se descorcha una botella y un mechero chasquea iluminando algún oscuro callejón de esta infernal ciudad. La humanidad entera se tambalea un segundo, pero nadie nota nada bajo sus pies. Hay marcas de miedo por todas partes y gritos de fuego que ya no pueden acallarse, Todo parece perfectamente normal, todos parecen terriblemente cómodos. Todos menos tú, allí en tu azotea chasquea tu mechero y se prende tu cigarro de la risa. Cada calada un pensamiento, cada exhalo una ilusión escapada y al final se consumen tus sueños y desaparece la colilla rotando entre tus dedos. 
Quieres seguirla y ver quien toca antes el pavimento, pero te da asco la ciudad y prefieres buscar otra manera mejor de morir.
Al final te has bajado de la azotea y has encontrado tu respuesta. Sobredosis.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Historias mínimas.

Octubre.

Adelante, no hace falta ni sacudirse los zapatos.

Este; Oeste.


La miró a los ojos y la sintió incapaz de decir nada.
-¿Sabes?, yo también soy capaz de mirar el mundo de otro modo.
Y agachó la cabeza, colocándose un cigarrillo en la boca y rebuscando en su chupa algo con lo que poder encenderlo.
-Qué mires el mundo de otro modo no significa nada.
Dijo ella dándose la vuelta y dejándolo ahí tirado con su cigarro y su chupa de imitación. Y cada uno siguió su propia dirección. En línea recta por la ciudad, Este y Oeste divididos en dos caminares profundos. Las mismas calles que vieron a los amantes abrazados ahora observaban descompuestas cómo se daban la espalda. Y el cielo empezó a llorar sobre ellos. La ciudad observaba a los viejos amantes escapar el uno del otro, cada uno con un pensamiento, con una sensación, con una dirección propia y los objetivos bien fijados a las suelas de los zapatos.
Ella, dirección oeste. Con la cabeza bien alta y las maldiciones resonando en sus pulmones; conteniendo gritos de ira, de rabia y ceguera en los ojos. Temblaba, muerta de frío, frío en el pecho, humedad en las pestañas y encogimiento en el corazón. Las ideas le retumbaban en la cabeza, quería llorar. Quería echarse a llorar y darse la vuelta para poder vomitarle a la cara todas las palabras que había estado guardando en su garganta. Se sentía culpable; pero no por el hecho del final inminente de las cosas, si no por la falta de valor que había acompañado a sus pensamientos todo el tiempo. Cada vez más al oeste, cada vez más lejos del centro de la ciudad, su cuerpo le pedía a gritos que parara y sus pulmones la rogaban jadeantes que tomara una bocanada de aire. Frenó en seco descargándolo todo contra una pared, la golpeó con el pie con todas sus fuerzas y acto seguido emitió un alarido de dolor que se escucho por toda la ciudad. Y ella, hecha una bolita de temblores y lágrimas estalló por dentro, dejándose vencer en el suelo.
Oeste, muy al oeste, casi en lo más al oeste posible de la ciudad él se frena de golpe. El viento arrastra un quejido a sus oídos, un grito, un miedo. Y él hunde más sus ideas en los charcos. Protegido por una capucha piensa; no odia, no tiene rencor, ni fuerzas para ello. Se siente cómo el día; gris ciudad, gris humo, gris lluvia pero sin ese matiz hermoso que guardan las nubes. La soledad grita su nombre, grita las lágrimas de ella en los ojos de él, que cada paso desespera más y siente menos. No puede darse la vuelta e ir a por ella, porque ella no quiere verle, no quiere sentirle, no quiere saberlo y él conoce ese rechazo. Porque lo ha visto en su alma, pero también sabe que lo ha buscado a la fuerza. ¿Y ahora qué? ¿Dejarlo todo correr, marchar, salir, escapara? ¿Olvidar sin más y borrar? Eso no era algo que él supiera hacer. Pero ahí, al este total de la ciudad, lejos de todo lo que había pasado, poco podía hacer. Se encendió otro piti, el último de la cajetilla que lanzó y pateó hasta perderla de vista y, sentado en una roca, lo encendió cubriéndolo de la lluvia a duras penas con su propio cuerpo.
Y en la ciudad todo se quedó en silencio. Y todo se tornó vacío.

viernes, 28 de septiembre de 2012

The world was on fire.

Después de mucho tiempo siempre llega el momento. El segundo adecuado. El instante.
Con las manos heladas y la mente en blanco, se dedica a rasgar un papel con un bolígrafo negro de lo más común. Delante de ella hay una taza con el plano del metro de Londres dibujado y una gata negra que la mira con curiosidad pensando que el sonido de los trazos de bolígrafo contra el papel es, quizás, demasiado escandaloso.  Suspira cansada; la tinta se ha corrido, su dibujo la desagrada, se siente cansada y apagada. Su padre dice que se ve el color gris del cielo más al rededor suya que en la propia ventana. Pero ella se encoge de hombros y arruga el papel, abandonando sus aparejos de aspirante a artista en el sofá. Camina por la casa, se bebe a sorbitos el colacao, aún humente, observa por la ventana el reflejo de las gotas cruzando el halo de luz que expulsan las farolas. Se siente rara; no está triste. Sabe que no es tristeza, pero el no saber que es la desanima desmesuradamente. Sabe que echa de menos, que lleva una semana echando de menos a muchas personas, pensando en todo lo que ha pasado en los últimos dos años. Lugares, imágenes, canciones, situaciones, gritos, lágrimas, risas, gemidos, sueños, ilusiones, libros; todo pasa por sus pupilas, no como una película que ves antes de morir, solo como un cálido recuerdo adecuado a una tarde fría. Y todos esos recuerdos van de la mano de cientos de personas distintas, que ya no están o que están demasiado lejos como para estar realmente con ella. Se culpa de los abandonos, de las discusiones, de los miles de silencios y de las lágrimas que su almohada ha bebido noche tras noche.
Y entonces sucede. Suena un "click" en su cerebro y algo cambia. Ese instante que separa la pena de la realidad; todas las imágenes y recuerdos desaparecen de su cabeza. Ha dejado de sentir en el sentido más estricto de la palabra. No quedan remordimientos, ni pena, ni amor. Solo la frustración de la carencia de sentimiento. Ese instante en el que todo lo que ha llorado estos días no llega ni a recuerdo en su cabeza, pero algo falla. Sabe que dejar de sentir no es agradable, sabe lo que viene ahora y no quiere, pero también sabe que es inevitable; volverá a caer en el error de buscar sentimientos donde no los hay, de aferrarse a sensaciones crueles y desmesuradamente críticas para una persona como ella. Se sienta en el sofá, abatida, ese instante había llegado y nadie salvo la lluvia había tenido ocasión de ver las luces desvanecerse dentro de ella. 


sábado, 22 de septiembre de 2012

Asco al amor.

Nada me hace falta hoy.
No, hoy no.
No me haces fata tú, ni él, ni ellos, ni si quiera yo misma. 
Podría prescindir de todo y todos. Liarme las ideas y prenderlas despacito.
No sé, que le follen a la vida. Me siento inconformista y destructiva. Con ganas de quejarme, de mirarte a la cara y decirte lo mal que te lo has montado todo. Verte culpable y pequeño, vengarme de ti. Para ser algo tan grande y abarcar a tantas personas, estoy mejor sola. Sin lastres ni movidas.
Te lo juro por lo que más importante te parezca, a mi no me vuelves a atrapar como al resto de enamorados. Esta es la última vez que me enredas, es la última vez que caigo en tu mierda.
No vas a volver a poder conmigo, no vas a jugar a anularme y no pienso dejarme llevar a tus redes. Se siente, esta vez gano yo. Esta vez soy yo la fuerte. Y vas a acojonarte de miedo cuando te mire con desprecio y me ría de tus putas ideas de romanticismo.
Esto no es un aviso, es una realidad. Y cuando digo nunca es nunca más; basta de momentos flacos, debilidades y todos esos prototipos tan tuyos. No voy a confiar más en esta empresa tuya y voy a volver al ideal de vivir por vivir y soñar por soñar, dentro de mi más estricta soledad. Dejando a algunos profundizar en el estado físico, sin rozar el lado psicológico.
Lo has conseguido, te he cogido asco. Asco a ti, al amor.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Bring the drugs, baby, I can bring my pain.



Sabes, que cada uno entienda lo que quiera o lo que pueda. Que yo ya no tengo que darte explicaciones de nada.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Elegir para no fallar.

Soñar bajo la lluvia. Soñar envueltos en una corriente de aire frío, de aire caliente, de aire lejano que arrastra polvo de otras tierras. Soñar bajo el sol, tirados en el césped, oteando las nubes, formando cuentos. Soñar hundiendo los pies en la arena de la playa, escuchando las olas, perdiendo la mirada. Soñar notando el agua chocar contra tus pies. Soñar con el humo invadiendo tus pulmones, con ese olor a verde tan familiar, no sé, dejarse llevar, volar. Soñar y soñar y soñar y soñar.  Y no parar ni un solo instante de viajar con la mente a páramos perdidos y a recovecos inexistentes de la tierra de tu alma. 
Dejarse fluir: ¿soñar o vivir? Al final todo se reduce a soñar una historia, escribir esa historia y comenzar a vivirla o seguir en casa, soñándola. 
Podría decirse que todo está mal, habría que corregirse para avanzar y dejar de soñar. 
Vivir bajo la lluvia. Vivir envueltos en una corriente de aire frío, de aire caliente, de aire lejano que arrastra polvo de otras tierras. Vivir bajo el sol, tirados en el césped, oteando las nubes, formando cuentos. Vivir hundiendo los pies en la arena de la playa, escuchando las olas, perdiendo la mirada. Vivir notando el agua chocar contra tus pies. Vivir con el humo invadiendo tus pulmones, con ese olor a verde tan familiar, no sé, dejarse llevar, volar. Vivir y vivir y vivir y vivir. Y no parar ni un solo instante de viajar por el mundo a los páramos perdidos y a los recovecos increíbles de la tierra que hay bajo tus pies.
Que solo es cruzar una línea que dista el sueño de la realidad, que separa la inexistencia de lo real. La que separa tu mundo de ensueño de la fría verdad, la distancia en la cual pasas de no escuchar nada a tener encima el ruido fatídico del mundo.
Pero, si te vas, no te preocupes; aunque no pares de vivir nadie te puede prohibir soñar.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Averiados.

"Quizás sea una huída de golpe y de frente, 
un verso perdido entre toda la gente.
A medio camino entre suerte y destino,
me quedo perdida en un micro olvido.
Tal vez esta noche me quede sin aliento,
tirada en el suelo, vacía, sin tiempo...
Pero puedo jurarte con toda firmeza,
que mañana me levantaré de una sola pieza."

jueves, 6 de septiembre de 2012

Soy ecos y reflejos esta noche.

Y ahí estaré yo, detrás de tu ventana, acumulando mis pensamientos como se acumula el vaho en los espejos. Y me apoyaré en mi misma y reafirmaré mis ideales, chillaré, me retorceré y moriré de ganas de quebrarme la boca por un beso o por una de esas sensaciones tan estúpidas como ciertas.
Miraré desde un rincón de la estación como alguien toma mi tren y se va a donde debería ir yo. Odio quedarme parada cuando debería estar corriendo detrás de mis oportunidades y abrazándolas, dejando borradores escritos por todas partes, frases que nadie lee, que a nadie le importan realmente. 
No quiero seguir parada otra noche más, soñando con las aventuras que no he vivido y no me gusta tener miedo, ni que el miedo me frene. 
Quiero dejarme llevar, que me puedan las ganas, mandar a la mierda al mundo y a los complejos que me han establecido. Quiero llorar cuando me apetezca y que nadie me pregunte qué coño me pasa o por qué no puedo parar de llorar. Una vez más, me asomaré a mis miedos para gritar, para chillar, para patalear y quejarme. Porque, Dios, amo quejarme. Y ser inconformista y que a nadie le importe, que pasen si quieren o se impliquen si les apetece.
Y quiero amar, y que me amen. Dejarme ser con quien me importa, dejar que me desmonte y me descubra y quiera quedarse conmigo solo porque le gusta más lo que solo él puede ver. Joder, quiero dejarme bañar por la locura tormentosa de mis ideas despedazadas. Y quiero que en noches como esta se me haga caso, se me escuche, se me tenga en cuenta.
¡Quiero que me leáis con atención aunque os importe una puta mierda lo que estoy pensando y por qué estoy escribiendo! ¡Y que alguien me quiera ahora! ¡Que satisfagan mis caprichos, todos y cada uno de ellos! Los más estúpidos y los más extraños. 
Te juro que ahí estaré, detrás de tu ventana dibujando círculos en el vaho, dibujando miedo en tus cristales. Porque me apetece, porque mi capricho es estar ahí, como una idiota plantada con los ojos vidriosos y cansados, con las pestañas temblorosas y los dedos entumecidos a causa del frío. Pero ahí, cuidando de ti, ahuyentando tus miedos, ocupando tus sueños, desmembrando tus pesadillas. No sé, lo que te apetezca. Porque ese es mi capricho esta noche, apartarme del mundo hasta el silencio de tu ventana y quedarme ahí, ignorada y pequeña. Porque no tengo ningún tipo de ganas de hacer otra cosa. Porque no me quedan fuerzas.
Porque si.

Me faltarán palabras para decirte lo mucho que te quiero.

La encontró apoyada en la ventana, chasqueando la lengua molesta y tocó su hombro, ofreciéndola una cálida sonrisa tratando de reconfortarla. Estaba triste, él lo sabía, y cansada, lo notaba en la posición caída de sus hombros, y sus ojos pedían a gritos un abrazo que ella solo era capaz de callar.
Con una mirada interrogante, la dejó saber todo lo que no hacía falta decir.
-Encuentro la paz en la lluvia, por eso estoy molesta. Hace meses que no llueve.
-Tú siempre has dicho que llorar es como llover.
-Pero yo no estoy llorando.
-Que no haya lágrimas en tus ojos, no quiere decir que no estés llorando por dentro. Que sonrías no significa que estés feliz y que me mires así no quiere decir que estés enfadada, solo que sabes que tengo razón.
La mirada de ella se le clavaba con fuerza en la retina suplicando un respiro, pero sus labios fruncidos querían decir que estaba enfadada. Pero ambos sabían que ella no podía enfadarse, no cuando él la miraba a los ojos con esa sonrisa y esas maneras le hacía imposible enfadarse. Por eso rodó los ojos y con un suspiro desvió la mirada apoyando la cabeza en la ventana y observando un día perfectamente soleado que la repugnaba en ese instante.
-Facilitaría las cosas que me dijeras lo que te pasa. Sé que voy a tener que sacártelo a trompicones y que es bastante probable que tenga que abrazarte hasta que llores y llorarás y llorarás hasta calmarte y poder hablar. Pero, ¿sabes? voy a quedarme contigo, en cada sollozo y en cada lamento. Y te quejarás por haberme manchado la camiseta, pero a mi no va a importarme. Y te molestará haber llorado y que yo lo haya visto, pero te abrazaré más fuerte y te besaré la frente hasta que dejes de llorarte.
Con suavidad, se giró para mirarle y de pronto se sintió aplastantemente pequeña. Y empezó a llover. A fuera había un sol brillante, pero la lluvia tormentosa que él había visto dentro de sus ojos comenzó a salir, a dejarse ver y ella se dejó caer apoyándose sobre él que la recibió con los brazos abiertos y las manos preparadas para acariciar su pelo. 
Como una promesa silenciosa que se cumplía con cada pequeño gesto, él estaba ahí una vez más. Como un claro de cielo en mitad del cielo gris, secaba sus lágrimas mirándola y dándola suaves besos, pequeños gestos de cariño de esos que te sacan de todo lo malo, de esos que son necesarios. 
Y se abrazó a él hasta no poder más. Hasta para de llorar y dejarse impregnar solo por su contacto, hasta volver a sonreír, hasta volver a olvidarse de todas esas cosas que la hacían sentirse a morir. Solo porque él había decidido aparecer cuando le hacía falta su presencia, solo porque le necesitaba y no le había importado estar ahí para hacerla sonreír.


Sabes lo mucho que me cuesta hablar mirando a los ojos y sabes de sobra que no tengo maneras ni palabras para darte las gracias por aparecer siempre cuando más falta me haces.
Y, aunque no te lo pueda decir con palabras, siempre puedo intentar escribir de alguna manera lo que pasa por mi cabeza. Te quiero.
G.

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Por qué?

Cabrón, cabrón, cabrón. Sabía que podías hacer daño, pero no sabía que lo hiceras siendo consciente de ello. Había conseguido convivir con la idea de que eres un pasado del cual no iba a deshacerme fácilmente, pero no esperaba que aparecieras para decirme que estuve sola y estuve jodida por una ilusión, por una falsedad, por una mentira. Si ya me sentí idiota en su momento, imagínate ahora. No creo que realmente te haya llegado a importar, si no te hubieras callado y no hubieras tenidos los huevos de volver a aparecer.
¿Qué más te daba decirme la verdad? ¿Qué más te daba que supiera que todo eran engaños si ibas a volver a desaparecer después de haberlo soltado todo? ¿Buscabas limpiar tu puta conciencia? Y a mi que me jodan, como siempre ¿no? Además de cabrón, egoista. Ni si quiera me has dado la oportunidad de mandarte a la mierda en condiciones.
Pareces decidido a aparecer siempre cuando menos te necesito, cuando más lejos estás de mi mente. Siempre con malas noticias, siempre con nuevos intentos de hundirme en la mierda; en tu mierda.
Cómo si esperaras que volviera a caer, volviera a ceder y corriera a buscarte y a pedirte que estés a mi lado, que te quiero igual, que no me importa, que puedo pasar por alto todo.
Has conseguido que quiera borrarte de mi mente, hacerte desaparecer y no conservar de ti ni si quiera un recuerdo agradable. Que quiera odiarte y encontrarte solo para que tengas el valor de mirarme a los ojos y contármelo todo a la cara.
¿Y qué se supone qué tengo que hacer ahora? ¿Me enfado? ¿Te odio? ¿Encuentro la manera de hablar contigo solo para decirte hasta que punto me has jodido todos y cada uno de los días en los que estuviste presente? ¿Esperas que lo ignore? ¿Realmente crees que puedo? Eres un jodido desgraciado, un cobarde, un rastrero mentiroso.
Pero, ¿sabes qué? Te perdono. Porque lo que para ti era un juego, para mi fue importante y no me arrepiento de nada, volvería a llenar hojas y hojas de cuadernos hablando de unos ojos que no te pertenecían, de un encuentro furtivo, sentimientos que ahora se ven ridiculizados. Porque tal vez si no hubieras aparecido yo seguiría siendo una ingenua solitaria. Me abriste los ojos y me demostraste que no puedes abandonarlo todo por un "te quiero" escrito que no tiene ningún tipo de peso real. Me ayudaste a no creer cualquier "te quiero" a no creerme al primero que pasara y a ser un poco como soy.
Te perdono. Pero espero que sea verdad, espero que esta sea la última vez que apareces en mi vida. Realmente espero que te vayas, que desaparezcas y que me dejes en paz para siempre.
Porque no creo que pueda perdonarte otra vez.

domingo, 26 de agosto de 2012

Esto ha sido otra puta mierda patrocianada por mi.

Ya va siendo hora de que me admita a mi misma que estoy a la cola.
No puedo enfadarme contigo, porque no es tu culpa. Pero estoy enfadada, más conmigo que con nadie, por tomarme tantas molestias para verte hoy y emplear tanto esfuerzo para nada. Por querer ser la primera en abrazarte y no poder estar ahí. Y tener que esperar y que otros vayan a poder estar contigo mientras yo estoy encerrada entre cuatro paredes con las narices metidas en un libro.
Y muero de rabia y de celos y de envidia y me ahogo en mis propias ganas de dejar de llorar, pero no puedo parar. Hace días que no puedo parar.
Te juro que me hubiera bastado con cinco minutos para compensar estas semanas. Que con cinco minutos se hubieran borrado estos últimos días de sentirme sola y abatida. Pero no va a ser posible y no va a haber nada.
Aquí seguiré, despertandome cada días con ganas de que estés a mi lado. Tomándome el colacao antes de ir a la biblioteca a dejar que mi dolor de cabeza suba como si fuera levadura, pretendiendo que sigues lejos para no tener la tentación de correr a buscarte y mandarlo todo a la mierda para poder estar contigo. Pero no tengo ese derecho. Porque tengo palabras que memorizar y poco tiempo para ellas, nada para ti.
Y me pregunto si a ti no te sentará mal. Si a ti no te hubiera gustado verme a mi antes que ver al resto, si no recuerdas que me debes miles de abrazos y que todavía tienes que comerme a besos. Pero tampoco voy a preguntártelo, porque sería estúpido comerte el tarro y hacerte sentir minimamente culpable por algo que ni es tu culpa, ni tiene remedio. Así que me callo, pero descargo toda la rabia y el mal estar y las ganas de mandarlo todo al puto infierno, aquí, en mi espacio propio.
Tal vez quiera que lo leas. Que te importe. Que sepas que estoy de mierda hasta las orejas y que me siento muy mal y que no te lo pienso decir. Si quieres descubrirlo estás en tu derecho y si quieres reprochármelo también.
Hoy me iré a dormir, con la sensación de que todo está mal dentro de mi. Porque lo que para muchos puede significar algo pequeño y estúpido, para mi era realmente importante. Y me acostaré con las dudas y con las lágrimas como compañeras y con un dolor de cabeza de esos que no se quitan ni a golpes. Y soñaré contigo, porque soy la primera siempre para torturarme. Me dejaré comer por mi propia mierda y morire de ganas de estar sola por no poder estar contigo.
Lo siento. Siento ser así y quizás te desagrade leer esto y saber que eres tú para quien está escrito. Pero ya me conoces y sabes de sobra lo que hay. Y lo que hay es una niñata caprichosa que se enfada por tener que estar a la cola de todo el mundo.
Y ahora, si no te importa, me voy a consumir un cigarrillo.

sábado, 18 de agosto de 2012

"Metáforas..."

¿Conoceís ese sueño en el que sientes como caes precipitadamente al vacío y te levantas de golpe en la cama? Ella lo había tenido aquella noche y se había despertado cayendo al vacío sin un colchón bajo su cuerpo. Su cuarto se había desvanecido y ahora se encontraba frente a una pared lisa y rocosa bajando a una velocidad tan impactante que no se sentía capáz ni de gritar. Su pelo y su vestido se agitaban al choque contra el viento de frente. No sabía si encogerse o estirarse, no podía reaccionar de ningún modo y estaba asustada. Finalmente, cerró los ojos y decidió esperar encogiendose sobre si misma hasta acabar hecha una pequeña bolita.
Y luego todo fue silencio y humedad. A sus oídos solo llegaba sonido de bubujas, silencio de agua y a sus pulmones falta de oxígeno. Abrió los ojos y se encontró a escasos centímetros de unas puntiagudas rocas que amenacaban con deshacer su cuerpo. Se aferró a una de ellas y miró hacia arriba; veía la ténue luz de la luna chocando contra la superficie del agua que dejaba a algunos de sus rayos penetrar en las profundidades acuáticas. Un ardor infernal se apoderó de sus pulmones, de su garganta y la falta de aire comenzó a pedirla a gritos que nadara hasta la superficie. A duras penas consiguió llegar, cada brazada se le hacía más pesada e imposible, necesitaba salir pero veía que no podía. Con un último impulso de brazos cansados, alcanzó su objetivo y exhaló una profunda bocanada de aire frío y nocturno.  Su pecho palpitaba con fuerza, le dolían la cabeza y los oídos, por no hablar de los brazos.
Comenzaba a calmarse y buscaba con la vista, ya acostumbrada a la escasa luz, algo a lo que poder agarrarse. No tenía ni idea de dónde estaba y solo alcanzaba a ver la lisa pared rocosa y agua. Agua por todas partes, agua helada y oscura, como una inmensa tiniebla rodeándola. No se escuchaba ruido alguno; ni grillos, ni el viento entre los árboles, ni si quiera el agua producía más sonido que el de las brazadas que ella misma daba para mantenerse a flote. Se echó a nadar hacia adelante, sin saber que encontraría o que podría sucederle. Pero cuando las cosas se encuentran en un punto como ese solo puedes avanzar o manterte en el sitio rezando por una solución. Y a ella no le gustaba nada rezar.
Seguía nadando, agradeciendo que no hubiera corriente alguna que pudiera arrastrarla. A pesar de todo no era tan mala la situación. El largo vestido comenzaba a convertirse en poco más que un lastre. Decidió despojarse de él quedando totalmente desnuda, desprotejida. El frío del agua entumecía sus miembros, le dolían los brazos y le temblaban los labios. Pero no dejaba de nadar, de fente a la nada con la luna como única compañía. Sentía el calor de las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Se planteaba la idea de bandonar y dejarse morir en el fondo del agua. De hecho, a punto estaba de rendirse cuando notó arena bajo sus pies. Con los ojos abiertos como platos, comenzó a caminar sobre la orilla y cuando el agua a penas le cubría los tobillos, se dejó caer y lloró en silencio, sintiéndose por fin a salvo.

Espero que sepaís leer entre líneas. Espero que podáis entender la metáfora.
G.

viernes, 17 de agosto de 2012

Vidas cruzadas, esquinas.

Cada esquina de cada calle de cada ciudad de cada país esconde un secreto, una historia, unos amantes, un beso, un sueño, una poesía. Este es mi espacio, esta es mi esquina.
Pero tres calles más abajo de la calle en la que estamos mi esquina y yo está ocurriendo algo.
Alguien llora.
Es un llanto de esos terribles en los que se derrama un pedacito de uno mismo con cada lágrima. Una mujer solloza desconsoladamente sentada en la puerta de su casa con un cigarrillo más consumido que fumado en la mano derecha. Tiembla. Hace calor, mucho calor, pero ella tiembla. Está tan nerviosa que no puede ni llevárselo a los labios para darle una o dos caladas. ¿Y por qué llora? ¿Por qué llora si hace tan solo unos minutos estaba perfectamente? Ha recibido una llamada de teléfono, una fría voz la ha comunicado el ingreso en un hospital de su hijo más pequeño a causa de un gravisimo accidente de tráfico. Su marido ha salido corriendo hacia el hospital, pero ella sabe que ya no hay nada que hacer. Lo siente en su pecho a modo de un dolor agudo. Una de esas sensaciones que quizás solo una madre puede tener.
Los vecinos la oyen llorar, pero ninguno tiene el valor de salir y preguntar el por qué. Ninguno quiere tener que consolarla.
En la esquina que de la calle del mismo hospital al cual el marido de esta mujer se dirige, hay un chico con un bote de pintura negra en la mano. Ha encontrado la pared perfecta para plasmar su arte; está dibujando al actual presidente del gobierno recibiendo una patada en el trasero por la bota de un punk. Un jóven anarka cabreado. La máscara le proteje de los "vapores" del espray y la capucha lo cubre para no ser reconocido. Sabe que lo que hace es ilegal, pero quiere hacerlo y, a pesar de las altas temperaturas, soporta llevar la sofocante sudadera. Sabe el riesgo que corre; una detención más y le enviarán de cabeza a un correccional. Su madre estará en casa preocupada, sin poder dormir. 
Un grito lo alerta. Un policía avanza corriendo hacia él con la intención de detenerle. Sin pensárselo dos veces, agarra la bolsa de pintura y sale corriendo calle abajo como alma que lleva el diablo con el policía detrás.
Y al final de la calle, un tipo tira su el cigarro alarmado por el ruido y se resguarda en la sombra de un callejón al que no llegan las luces de las farolas. Evidentemente, el contenido del cigarrillo no era legal, pero si muy caro. Por eso, cuando el bullicio pasa y el policía ya no está al alcance de la vista, lo recupera. Lo vuelve a encender y le da una larga calada que le produce un placentero mareo. Y al soltar el humo la ve; ahí está, su silueta de curvas perfectas desdibujadas en las nubes que salen de su boca. Ella, su antigua novia, ha decidido terminar con él y se ha largado con otro. Pero él no puede soportar la idea y llora, apoyándose en la pared, maldiciendo al humo que lo traiciona. Agarra una botella de un cargado vodka y le da un trago casi mortal. Al instante, cae rendido en el suelo y antes de perder la consciencia, resuena en su cabeza la risa de ella.
Ella, que está también en la ciudad algunos barrios más al norte, camina de la mano de su nuevo amante. Pero una punzada la obliga a detenerse. Los ojos verdes del chico al que a penas unas horas antes ha dejado tirado en la estación de tren aparecen en su mente, como un destello fugaz pasan por su cabeza los tres años que han vivido juntos. Su acompañante, preocupado, se detiene a su lado preguntando si todo está bien. Ella sonríe, asiente, lo besa y dice que ha sido solo un mareo, que está bien. Y agarrando de nuevo su mano, retoman el paseo sin percatarse de los ojos amarillos de un felino que los observa desde un muro.
El gato acaba de escapar de su casa en busca de una pequeña diversión nocturna. Un delicioso aroma a pescado asado lo hace desviar su atención de los paseantes y dirigir su rumbro hacia donde su olfato lo guía. Pero algo lo distrae; un pájaro despistado y estraviado que pía sin saber qué dirección tomar. No es un ave nocturna, solo un ave de ciudad desorientada. Agazapado entre las sombras, el minino, lo mira con atención. Su nueva presa, la presa perfecta, la cena. Lentamente avanza hacía el animalillo con la mala suerte de tropezar con una rama suelta que cruje de una manera casi inaudible bajo su peso. El pájaro gira su cabecita y mira a su atacante y con un rápido movimiento echa a volar dejándolo sin cena. Hace unos minutos que hay un pájaro posado en mi ventana. La noche ahora está calmada. Ya nadie llora y yo sigo aquí, ajena a todas las esquinas del mundo, escribiendo esto.

miércoles, 15 de agosto de 2012

"Estoy en la edad".

Saltarse las normas. Follarse a la vida y fumarse los esterotipos.
Las generaciones han cambiado, nos hemos hablandado, nos hemos dejado ganar y consumir por el sistema. Ahora todas tienen que ser delgadas, pelirrojas, de ojos claros y labios perfectos. Eso es lo que quieren de nosotras. Y ellos, todos iguales; pelo largo por encima de los ojos, liso y perfectamente peinado. Parejas estereotipadas que sonrien al objetivo de una cámara y muestran en todo tipo de redes sociales el millón de fotos que tienen juntos.
¿Y el secretismo? ¿Y los pelos locos? ¿Y la gente distinta?  ¿Dónde están los jóvenes?
Hemos convertido la edad de los cambios y las locuras en una espiral de decisiones previsibles, de muñequitos de plástico obsesionados con la perfección física y las modas. 
No quiero decir que este mal, solo digo que si quieres teñirte el pelo de rojo lo hagas porque es lo que quieres no porque "es lo que se lleva" y que si quieres dilatarte la oreja te guste a ti, no a la gente con la que vas.
Quiero decir que hemos pasado de la locura a la previsibilidad en apenas unos años a causa de las tecnologías. Y eso no está bien.
Hay que volver a lo de antes, a la esencia de ser joven y tener la cabeza llena de locuras pendientes; hacer lo que te plazca por qué es lo que más te apetece, por qué es un impulso, por qué te sale de los cojones.
¿Hoy te apetece llorar? Llora. ¿Te apetece gritar? Grita. ¿Buscas pelea? No jodas, hay miles de personas en las calles que quieren lo mismo que tú y no les importará partirte la cara.
Escribe tus sueños en hojas de papel y no aporreando un teclado para escribir una frase de menos de 160 caracteres. Canta a voz en grito la música que te apetezca, que te guste a ti aunque nadie más pueda soportarla. 
Eres libre de querer soñar con cambiar el mundo, de meterte en líos y salir de ellos totalmente jodido, pero con una vivencia más a la espalda. Porque metido en casa, colgado del ordenador haciendo nada, dedicándote a ver fotos de otras personas que si se dedican a vivir,  no vas a lograr cambiar una mierda. Y tendrás muchos seguidores en tumblr y twitter, pero esas personas no son tus amigos, no les importas una mierda. Tus amigos están en la calle esperándote para comeros la noche, para meteros de todo y acabar descojonados en el suelo preguntándoos como habeís llegado hasta allí. Tratando juntos de recordar todo lo que pasó y asustados de que os falten detalles.
Coño, que tienes ¿quince, dieciseís, diecisiete años...? ¿Y ya estás todo el día tirado, aburrido y sin saber que cojones hacer? ¿No te faltan horas para hacer todo lo que quieres hacer en un día? ¿En serio?
Abandona ese conformismo, enamórate, emborráchate, sal a las calles con tus colegas y métete en problemas. En unos años te arrepentirás de no tener nada que contarle al mundo sobre tu juventud.
Yo me largo de aquí ¿te hace?

martes, 14 de agosto de 2012

Pasas, dejas tu marquita y te vas.

Tengo espacio suficiente en mi cama y en mi almohada para ti y para todos los pensamientos que pesan en tu cabeza. Puedes venir, dormir, descansar del mundo durante el tiempo que quieras y después marcharte.
Vuelve si quieres. Échame de menos u olvídate de mi, para esto es para lo que valgo. Para dejarse llevar, para dejarse hacer, para sentirse libre y una vez renovado abandonar.
No me mires así, que no es triste, que no es malo. Cada uno asume su destino como puede y yo ya tengo claro el mío.
Soy puerto de paso para viajeros varados, para caminantes cansados y soñadores abatidos. Ofrezco cobijo a corazones desolados, desgastados y malheridos de gente que necista alguien con quien hablar, para llorar, estar en silencio o para amarse. Esas personas cansadas de la extraña soledad que se siente a veces cuando se siente todo, pero no se está conforme con nada. Vienen y durante una noche se olvidan del mundo y de que existen, buscan ser lo más ellos que puedan.
Hay veces en las cuales alguno vuelve buscándome, abrazándome y pidiéndome más tiempo. Yo acepto, por supuesto ¿Qué más da? me digo. Y también yo echo de menos a algunos viajeros, a los que más tiempo pasan conmigo. Esos que recurren a mi cuando el camino es largo y duro y requieren de mi calor, pero vuelven con una sonrisa cuando todos sus caos se han vuelto a centrar y solo quieren devolverme el favor. Pero solo soy un paso en el camino y pronto se van.
No importa, da lo mismo, mi cama y yo estaremos encantadas de recibirlos de nuevo.

sábado, 11 de agosto de 2012

"Siempre" o lo que te apetezca.

"-Quiero estar contigo siempre.
-Sabes que "siempre" es mucho tiempo, ¿no?"


"-Quiero mucho esos besos ahora.
Bueno, ahora y siempre.
-Siempre es mucho tiempo, me suele decir una persona.
-A lo mejor has convencido a esa persona de que "siempre"
es poco tiempo si es contigo."

martes, 7 de agosto de 2012

Vuelve que te echo de menos y me faltas de más.

...y entonces es cuando apareces, cruzando mis sueños, y le das a todo un giro de 90º de palabras y razones para manteneme en pie. Y yo te miro, te sonrío y me describo mentalmente cientos de todas esas situaciones tan terriblemente lumínicas como hipotética que quiero que sucedan cuando eres tú el que está a mi lado.
Y tú mantienes tus manos en mi cintura y acercas tu boca a la mía muy despacito mientras me aprietas contra ti como si fuera a desvanecerme, deshacerme y desaparecer. Como si tuvieras miedo a dejarme ir, a perderme. Y yo no puedo hacer otra cosa que pegar mis labios a los tuyos notando como me estalla el pecho y me retumban las ideas, sintiendo como tu contacto me arrastra hasta un punto de no-retorno en el que lo único que me queda por decirte es "no te separes nunca de mi, que te quiero cerca, que te quiero mío y con esa manera tan tuya de quererme" para luego quedarme tirada a tu lado sin necesidad de nada más.
Sintiéndote tan cerca, notando ese contacto y esas cosquillas en el estómago que me transmites en cada beso, en cada caricia, mirada, suspiro, sonrisa. Que el mundo desaparece cuando te tengo cerca y pesa demasiado cuando no estás.
Que eres la razón por la que me encierro estos días en mi cuarto sin más intención que permanecer ahí y esperar a que vuelvas para poder comerte a besos y susurrarte a trompicones y caricias torpes cuánto te he echado de menos.
Como única prueba de tu ausencia, tengo las ganas de verte y tengo la necesidad de saciarlas y el ansia de quererte. No me hace falta que nadie lo entienda, ni que les agrade, ni me importan sus quejas o sus estúpidas críticas. Que tengo el consuelo de saber que falta poco, por muy eterno que se me haga, por muy poco que te diga que te necesito aquí.
Que ya lo sabes, pero te quiero.



"Que sepas que voy a echarte mucho de menos
 y que cuando vuelva voy a comerte a besos."
Con eso me basta.

sábado, 4 de agosto de 2012

Bienvenidos todos.

Todos tenemos derecho a querer ser libres y a estar confusamente enamorados.
Tenemos derecho a llorar, a gritar, a reir y desear que el mundo sea nuestro. No importa lo locos que estemos, ni como seamos. Nadie merece menos de lo que sueña.
Podemos ser unos hijos de puta, una mierda de personas. Pero merecemos lo que soñamos porque, si, todos somos humanos.
Seguro que alguna vez te has quedado mirando la luna llena solo porque su brillo te inunda los ojos y sientes que respiras mejor, a mi si me pasa. Me pasa con la luna y también con las nubes que recortan la silueta del cielo azul. Me pasa con el mar, con el fuego y con todas esas cosas que son preciosas a pesar de que nadie pueda entenderlo. Esas cosas pequeñas que no sabemos ver o que a veces quedan eclipsada por el brillo de lo material. A mi no me importa demasiado cuanto cuesta tu nuevo movil, tus gafas, las zapatillas, "¡Esos vaqueros son geniales! ¿Donde los has comprado?" no.
Me gustan las luces brillantes de la ciudad por la noche y las risas que se escuchan como un eco cuando pasas al lado de una terraza y un grupo de gente toma café y charla animadamente sobre como han pasado el fin de semana.
Adoro las casas grandes, pero creo que las pequeñas son encantadoras a su manera. Creo que las personas se parecen un poco a las casas y que por mucho que te guste un tipo de persona todas tienen algo lumínico y brillante que mostrar. Me gustan las personas.
Y me gustan también las cosas que las personas hacen, pero nunca despreciaría el medio natural. Ni despreciaría el olor a café recién hecho, ni si quiera el olor a tabaco que sale de la habitación de mi hermano.
¡Hay miles de cosas en el mundo que me gustan y que son tonterías!
No son todo sonidos, no todo son colores, no todo son olores. A veces, en mi propia cabeza, formo ideas equivocadas de cosas que no tienen absolutamente nada que ver con lo que me rodea. Mi mente vuela, se va lejos, se imagina lugares radiantes y ocultos en el corazón de algún bosque, en lo alto de una montaña o por encima de las superficies espaciales. Recreo situaciones perfectas y preciosas que me hacen sonreír a pesar de su irrealidad, que me emocionan y me hacen rebosar de sentimientos enredados.
Pero no solo eso, no. También recuerdos; una caricia, unas palabras, un contacto, un beso... todo. Me hace temblar, sentir escalofríos y escalofriantes emociones.
Por eso elegí vivir y soñar y amar y recordar. Con todo lo bueno y lo malo que eso nos trae. Con las consecuecian de los malos recuerdos y las ventajas de los sueños permanentes.
¿Qué quieres que te diga? Pudiendo ser diferente esta, para bien y para mal es mi vida.

Recordar, soñar, temblar.

Se levantó notando como todo su cuerpo estaba aún más débil que de costumbre. Quejumbrosa, fues hasta el baño y se lavó la cara. El rostro surcado de arrugas que le devolvía la imagen desde el espejo parecía terriblemente triste y cansado. Hacía a penas unas semanas que él se había ido para siempre y ella también quería desvanecerse para estar con él. Quería, a pesar de todos, morirse.
Su hija y su nieta la miraban desde el marco de la puerta una vez ella se volvió a sentar en la cama.
"¿Cómo vas?" "¿Necesitas algo?" Ella no respondía, estaba rezando a su Dios para que se la llevara pronto. Estaba rezando por el alma de su amigo, amante y esposo. Quizás se arrepentía de todas las reprimendas que le había hechado durante los últimos años. Los gritos del recuerdo pesaban más en su ya frágil memoria.
Después de comer, trató de echarse un rato. Pero no podía dormir, no quería quedarse dormida. La pena le impedía pensar en otra cosa y se torturaba tanto que torturaba al resto de gente alrededor.
Aquel día, sus rodillas temblaban, su garganta se quebraba y sus manos trataban de agarrar algo que ya no estaba allí con ella.
Aquella noche soñó con él y su recuerdo la persiguió hasta que volvió a irse a la cama.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Y por dentro.

Se dedica a perderse en cada poro de su piel, cada instante y cada latido se le antojan únicos. Y como un sueño desdibujado recorre con la llema de los dedos su espalda, para calmarla porque ella llora.
¿Y por qué llora? No lo saben, ninguno de los dos lo sabe.
La mira como si fuera una flor de papel, sin saber qué hacer o decir para acallar sus sollozos, frenar sus lamentos y hacerla sonreír. Hubiera matado por verla sonreír.
Con suavidad, acercándose despacio y casis sin sentirse capaz de respirar, posa suavemente sus labios en la mejilla de ella mientras, con sus manos, busca las de ella. Y las encuentra, las tiene apoyadas en las rodillas, entrelazadas y temblorosas. Las agarra flojo, pero firme. Sin hacerla daño, pero tratando de transmitirle la mayor serenidad posible.
¿Por qué llora? ¿Por qué no habla? Quizás él también quiere llorar, a lo mejor él tampoco encuentra motivos para llorar, para estar mal, para querer pegarla a su cuerpo como si temiera que fuera a escaparse. Quizás, si ninguno ha abierto la boca aún es porque no hay ninguna palabra capaz de describir esa extraña sensación que ambos tienen. El agobio y el ahogo de no controlar las situaciones.
-Te quiero... Sé que lo sabes, pero a veces es bueno que te lo recuerde ¿no?
Ella levanta la cabeza, con los ojos enrojecidos. Le mira y espera, no a que diga algo más, no a que la bese, ni a que la abrace, no. Solo espera a que sonría y confirme sus palabras.
Acaricia su mejilla con el dedo pulgar, le tiene tan cerca. Le siente tan suyo.
Poco a poco va incorporándose, acercándose y abrazándose a él.
-Siento no poder decirte todas las cosas que quiero que sepas, siento que me veas llorar, pero lo que más siento es tener la sensación de que todo se tambalea porque no soy lo que necesitas, lo suficiente...
Con los labios muy cerca de su oído, deja caer esas palabras esperando que sepa leer entre líneas, que entienda lo que quiere decir y se abraza a él con más fuerza.
-... no quiero que me dejes sola, te quiero cerca. Te amo.
Y, correspondiendo al abrazo de ella, acariciando su pelo, besando su frente, se echa a llorar, sin poder aguantar más la presión que supone verla desvanecer.
Ella no quería que él le jurara amor eterno, no quería qe fuera suyo, no quería convertirse en el centro de su vida. Le bastaba con eso, un "te quiero" sutilmente abandonado a su oído y un abrazo cálido como el primero y único como todos.
Desliza su mano hasta la mejilla de ella y la atrae hacia sí, al tiempo que seca sus lágrimas.
La besa. La besa y ya no importa nada, ya no existe el mundo alrededor. Ya no hay nada que no sean ellos y su pequeño espacio.
Se miran y sonríen. Son felices y lo saben.


"Llévame a ese lugar dónde no volvamos a estar tristes."

lunes, 30 de julio de 2012

Sin sentidos mojados.

Llegó a casa empapado, cansado, ojeroso y con ganas de gritar. Dejó caer el abrigo pesadamente sobre el perchero y estiró la espalda, tratando de desentumecerse. Pero la lluvia había atravesado cada poro de su piel y la humedad llegaba hasta su corazón agarrándolo y oprimiéndolo. Cualquier otro día se habría quedado en la calle, paseando bajo la lluvia, dejándose calar hondo y sin necesidad de paraguas. Pero hoy no, hoy la lluvia era molesta y no se le antojaba como un consuelo. Las calles le parecían inmensos pasillos grises, fríos y mojados que, en lugar de paredes, estaban delimitados con enormes edificios de brillantes luces y, seguramente, cálidos y secos. Aquel día no había imaginado miles de historias sobre sías lluviosos, no había cerrado los ojos en medio de la carretera, levantando la vista y dejándose mojar por completo. Tampoco había tratado de dibujar mentalmente en las calles a esas personas que corren tratando de escapar de las heladas gotas de lluvia.
Se había limitado a salir del trabajo y volver a casa, con paso lento y sin prisa alguna, directamente desde el trabajo. Y ahora se culpa a si mismo de no haberse quedado en la calle, se dice que debería salir y escucha cómo las gotas de agua se estampan contra el suelo de la bañera. El agua caliente inunda los poros helados de su cuerpo, pero no es como la lluvia; no llega hasta los huesos, no invade el alma, no te llena.
Al salir de la ducha se prepara un café bien caliente, rebosante de azúcar y con a penas dos gotas de leche. Lo llevó consigo hasta el pequeño salón y, dejándolo en la mesita, se sentó al lado de la guitarra, mirándola.
¿Podría ser capaz de tocarla? ¿Se veía capaz de ello? Llevaba días sin tocarla, los mismos días que llevaba siníendose de aquella manera; abatido, solo, quejumbroso, seguramente los mismos días que llevaba sin recibir noticias de él.  Dio un sorbo al café , cerró los ojos apoyando la cabeza en el respaldo del sofá y la taza en su tripa, calentándose así las manos. Hacía ya varias semanas que su hermano se había largado de la ciudad y nadie sabía nada; ni a dónde había ido, ni el por qué, ni si iba solo. Y él se sentía totalmente derrotado. No podía hacer nada salvo ir de casa al trabajo y del trabajo a casa para ver si, por un casual, recibía noticias suyas. 
Había preguntado a todo el mundo; sus amigos, sus compañeros de clase, del trabajo e incluso a aquella chica tan mona de la que tanto le había hablado. Nadie sabía nada y todos le habían dicho "Eh, tío, ya sabes como es. Estará bien". Pero nadie podía asegurárselo y el se sentía a morir por ello. ¿Ni un mensaje, una nota, nada? Eso no era propio de su hermano, no al menos con él. Pero ahora tenía la sensación de no conocerle, de no entender sus razones, de no haber sabido nunca nada de él. Y eso, eso si era doloroso, esa sensación si le deja en carne viva el corazón. 
Esta a punto de echarse a llorar cuando da un bote en el sillón, sobresaltado a causa del sonido del teléfono. 
-¿Si?
-Soy yo.- una voz suave y apagada suena a través del auricular. Llora.- Escucha, tengo poco tiempo. Tío, te quiero y siento haberme ido así. Pero estaré bien y volveré cuando sepa qué es lo que quiero, que busco y espero de el hecho de estar vivo ¿Entiendes? No podía seguir en la ciudad con esa sensación de compresión. No quería irme así, pero sé que hubieras querido entender todos mis por qués y yo no quiero que me entiendas, solo que estés bien y que no me odies. Que el día que vuelva me abraces y ya está.
-Te estaré esperando.- Sonríe entre lágrimas.
-Gracias.
Un sonoro "piiiiiiiiiiiii" marca el final de la conversación. Mira por la ventana, la lluvia se ha acrecentado y ya no tiene motivos para no salir a soñar bajo las incesantes gotas.

viernes, 27 de julio de 2012

Polaroid.

Se me escapan los instantes. Ya no son míos.
Todos esos lugares que he visualizado y que he querido retener acabarán desapareciendo, lo sé, me ha pasado. Aquellos segundos que merece la pena tener pegados a las paredes del cerebro, yo, los quiero en la pared de mi cuarto y por todas partes. Y no, no los quiero en un formato digital con alta resolución de cámara reflex de 500 € y un objetivo de la hostia en el cual se pueda ver hasta la más mínima imperfección del paisaje. ¿Para qué?
Quiero que mis recuerdos queden enmarcados por los bordes característicos de una polaroid antigua, que salgan al instante, no tener que esperar o que depender de un ordenador para poder tenerlas.
No quiero depender de cables, enchufes, movidas digitales...
Di lo que quieras; "es porque está de moda", "te vas a cansar de ella", "los carretes son muy caros y no vas a comprar más de uno", "gastarás inútilmente las fotografías"... Lo que te de la gana, si lo quiero es porque lo he pensado, es porque tengo unos motivos y unas razones. 
No es un capricho, me molesta un poco que se entienda como tal.
Los caprichos se me pasan, nunca me duran más de un mes. No me peleo por mis caprichos, ni me busco bronca por ellos. Esto no es un capricho.
Pero te has empeñado en entenderlo como tal. Para ti no quiero nada, solo me encapricho de las cosas por molestar y para hacerte gastar.
No sabes la rabia que me das cuando me dices esas cosas, cuando parece que no entiendes absolutamente nada.
Si hubiera tenido una polaroid antes hubiera fotografiado un instante en el que tú y yo aún nos lleváramos bien. Y aunque para eso sea un poco tarde, tal vez haya otras imágenes que puedan ser mías.
Así que, lo siento si te molesta, si te sienta mal o te repatea que al final haga lo que me de la gana. Voy a tener una polaroid y me incinerarán con ella el día de mi muerte.

domingo, 22 de julio de 2012

Solo muere lo que olvidas.

Me conoces, me conoces bien y seguramente sabes que probablemente cuando termine de escribir esto, estaré llorando. Pero de sobra sabes que necesito desahogarme y que no siempre puedo parecer fuerte.
Mañana será el último tramo del camino y yo quiero vaciarme del todo para mañana poder ser la más fuerte y no la más pequeña. Mañana, mientras todos lloren, mientras todos se sientan perdidos en el abatimiento y se dejen desvanecer, yo quiero permanecer entera. Mañana, nadie deberá saber que ahora soy yo la que se desahoga y dedica un espacio al recuerdo. No, no dejaré que me vean llorar. 
Por eso, ahora que estoy sola, y tú que me conoces tan bien, sabes que a pesar de todo mañana no podré evitar llorar y que será otro el que tenga que venir a consolarme, porque a ti no podré escribirte. Ellos lo llaman entierro, pero a mi esa palabra me suena a olvidar, a frío, a "ya no es importante" y si es importante, siempre será importante. Prefiero llamarlo el último hasta luego; esa pequeña celebración que se le dedica a alguien a quien quieres y que, físicamente, ya no va a estar más. Ese momento en el que alguien te cuenta que vivió una vida plena y satisfactoria, rodeado de la gente a la que quería y, en ocasiones, rememoran alguna anécdota entrañable que seguramente todos conocen. Pero a pesar de conocerla, de ser conscientes de que ya saben todo lo que se está diciendo de la persona a la que despiden, sonríen entre lágrimas, apoyándose los unos a los otros. Algunos rezan a sus dioses para que todo le vaya bien allí a dónde va, otros agachan la cabeza y se dejan invadir por los recuerdos; los pequeños regalos, los paseos por las calles de Madrid, las explicaciones de "En ese lugar conocí yo a..." o "Allí es dónde le compraba las telas a tu abuela para que le hiciera la ropa a tus tíos...". Se acuerdan de todas las cosas de las que él se acordaba y te relataba con muchísimo cuidado de no olvidarse ni el más mínimo detalle y con infinita calma, esa calma que solo la nostalgia sabe proporcionarnos.
Yo ya sé de que voy a acordarme, porque no paro de pensarlo, porque me encuentro con total derecho a escribirlo y a llorar si me hace falta en estos momentos. Yo sé que pensaré en los helados, los que comprábamos juntos los primeros días de verano antes de que marchara con la abuela al pueblo, de aquel mono de peluche sin nariz tan raro que me regaló y al que me dijo que llamara Amedio y de las navidades en las que te rogábamos por el aguinaldo, de cómo te hacías el sordo. Voy a acordarme de aquel día en el que me dijo; "¡Vamos niña, que hoy voy a llevarte a todos los parques de Madrid!" que no fueron todos, solo los de los alrededores de su casa, pero para mi Madrid se reducía a eso; su casa y los sitios a los que me llevaba para volver después con la abuela y contarle todas las cosas que habíamos hecho juntos aquella maravillosa tarde, de los cacahuetes, las camisetas de tirantes y los golpes en la panza después de comer, concursando a ver cual de los dos estaba más gordo... la primera vez que salió de un hospital, fue la primera vez que gané yo. Y recordaré las veces que le dibujaba y como miraba el dibujo sonriendo y diciendo "¡Mira cómo se parece a mi!" sabiendo que dibujo fatal.
Y es que, dice mi padre que la vida es un ciclo y hay que pasarlo todo. Es verdad, pero tengo derecho a querer llorar hasta que me duela la cabeza por saber que ahora no voy a poder satisfacer la sensación de que le echo de menos.
Y cuando esto pasa, y solo te queda el recuerdo, debes asegurarte de que no te arrepientes de nada...


Lo siento. Siento no haberme podido despedir de ti; siento no haberte podido ir a ver al hospital esta vez y no haber querido ir las otras anteriores; siento haberme chivado a la abuela de que te fumaste un puro aquella vez que me llevaste al parque cuando era muy pequeña. Siento que tal vez no supieras que te quería muchísimo y que yo no quería que todo esto pasara, a pesar de que es algo que tiene que pasar, que a todos nos va a pasar.


Porque no siempre se puede ser fuerte. Porque quizás no quiera ser fuerte hoy.
Porque, si solo muere lo que olvidas, no ha muerto nadie hoy, pero hay un extraño vacío.
Te voy a echar de menos.

jueves, 19 de julio de 2012

Seres que sienten, padecen, se desvanecen.


Pocas veces se dejaba caer por su cobertizo, de hecho iba solo cuando necesitaba coger algo y alguna vez iba a tirarse en el colchón a dormir o a rasgar la guitarra. Aquella vez había ido allí porque no sabía a dónde podía ir.
Ella no era normal, no en el sentido de tener habilidades especiales o algo que la caracterizara. Simplemente era rara, extraña, estúpida, diferente, desconfiada.
Muchas veces se preguntaba cómo podía haber acumulado tantas cosas en un espacio tan pequeño y casi nunca encontraba una respuesta satisfactoria. En la pared, aleatoriamente colocadas, estaban la mayoría de las fotografías que había tomado con su polaroid. Recuerdos, instantes, lugares, segundos de su vida atrapados en pequeñas imágenes que la hacían soñar y volver la vista atrás.
Pero no había ido a su "casa" para recordar. No. Estaba allí para pensar, para encontrarse.
Hacía días que no se sentía ella, estaba como perdida y distraída. No se encontraba a gusto con su ocupación que no la proporcionaba un futuro ni un amor candente de esos que tantas veces había imaginado. Tal vez debería dejarlo y buscarse un curro que la hiciera sentir plena, a gusto y en calma consigo misma.
Pero era totalmente consciente de lo mal que estaba todo y del lío que suponía cambiar a esas alturas.
Y es que al final todo se reducía a eso, cambiar o no cambiar. Dejarse querer, mostrarse como era, contar su historia, volver a casa y disculparse con la gente a la que había hecho daño con su actitud.
-A la mierda con todo, es la hora de marcharse.
Cerró la maltrecha puerta del cobertizo y se encaminó a la ciudad.

You, you, you.



No existen las comparaciones, cielo.

miércoles, 18 de julio de 2012

¡A callar, que empieza la hora de las putas!

A veces las cosas fallan y no es culpa de nadie. Pero como no es culpa de nadie que yo esté llorando, no espero que nadie cargue con las culpas.
Lo que quiero decir es que hay veces en las que te levantas con mal pie y te apetece algo y no puede ser ¿van a culparme entonces por estar como estoy?
Basta, por favor, de tanta hipocresía. Que todos hemos estado mal y mil veces peor.
¿Tanto cuesta creerme cuando digo que se me pasará?
Déjarme llorar en paz si no tenéis nada mejor que sugerirme, si no sois capaces de hacer nada por mi...


Why are you so...?

-Esa manera de llorar se asemeja mucho a llover.
-Lo siento...
-Me gusta la lluvia, pero no en tus ojos.

sábado, 14 de julio de 2012

"I think I saw you in my sleep... darling".

-No tengo nada que ofrecerte, nada.
La miraba con los brazos extendidos, situado de puntillas al borde de la piscina y sonriendo. Era de noche y la única luz que había era la de las lámpara que había en las paredes de la piscina, por debajo del agua.
Se habían colado en la piscina municipal, tal vez habían fumado demasiado aquella noche y aquella loca idea les había parecido bien a ambos. No lo sabían del todo con exactitud, pero los tonos azulones de la iluminación le daban a aquel lugar un ambiente mágico, casi espectral.
Ella se le acercó, sonriendo, moviendo las caderas de manera coqueta. Se quitó los zapatos mientras caminaba y, a escasos centímetros de él, se puso de puntillas para besarle. Cuando sus ojos estaban a la misma altura, le empujó. El chico, sorprendido, agarró el vestido de ella obligándola a caer al agua y ella, profiriendo un grito, se agarró a su camiseta.
Se acercaron el uno al otro, bajo el agua helada se abrazaron y con la última gota de aire, se besaron un segundo.
Y una vez fuera, y tras exhalar una importante cantidad de aire, ella trató de zafarse de él y de fingirse enfadada.
-¡Idiota, suelta, suelta! ¡Me has empapado el vestido y el agua está helada!- Le miraba frunciendo el ceño y él respondía con una tierna sonrisa y sin dejar de abrazarla.
-Bésame. Y luego, si todavía tienes ganas, me gritas.- Río, acercando su boca a la suya y pegando sus cuerpos. Ella no oponía resistencia, miraba los labios de él con ternura, con cierto deseo.
-Yo esto lo he soñado antes...- murmuró antes de besarle.

miércoles, 11 de julio de 2012

Que nos prohiban lo prohibido, estaremos escondidos.

El calor inusual del encuentro puntual de dos cuerpos que, desnudos, se buscan en medio de la noche. Y se encuentran, claro que se encuentran. 
Comienza el estallido. Se para el mund. Las luces se desvanecen, se enciende la oscuridad.
Primero juegan; se acarician con suavidad, recorren sus cuerpos con las manos, desdibujando sus formas con los dedos; escalofríos. Se besan, besos rápidos, cortos, acelerados. Vacilantes en algún momento, entre risas, se evitan para luego dejar caer los suspiros, mientras los besos se van alargando. Se van transformando en un baile de lenguas que se buscan tímidamente en un primer instante y después, progresivamente, con más ansiedad. Labios que no quieren despegarse, pero que lo hacen solo para depositar nuevos besos en distintos lugares; el cuello, el pecho, la mejilla, la frente, la comisura de los labios, la espalda... Comentarios sueltos, carentes de sentido a veces, otras no. Una sonrisa que se escapa, una mirada cargada de calor que transforma las caricias suaves en encuentros más lascivos, más ardientes y húmedos.
Y entonces ocurre. La timidez sale volando, enganchada a las prendas de ropa que se arrancan el uno al otro. Miradas fugaces e intensas, cargadas de deseo, de pasión, de ganas de poder devorarse, de poder tenerse, sentirse, amarse en un término totalmente apartado de la sociedad. Un contacto infinito que no precisa de palabras ni de la aprobación de nadie porque nadie existe en ese instante en el que se dan cuenta de que son libres de dejarse arrastrar hacia la privacidad de poder hacer lo que quieran sin ser juzgados.
Cuando las piezas encajan, se hace la magia; las pupilas dilatadas, el pulso desbocado y los latidos acompasados. Las bocas se buscan con cierta ansia, coordinándose con el movimiento rítmico de los cuerpos. Comunicándose mediante gemidos, a lametazos y mordiscos. Con la cabeza en otra parte, se entregan del todo, se dejan ser, se sienten vivos, únicos y brillantes.
Sobra todo; sobra la luz, la ropa, el pudor, el silencio, el mundo. Existen solo el placer y las ansias de olvidarse de lo que hay fuera de la habitación, de olvidarse casi hasta de sus nombres.
Y cuando llegan al punto más luminoso de su ser, cuando ya no pueden más y han perdido hasta la cabeza, se funden y, durante un instante, no se puede a penas distinguir a una persona de la otra. No hay ninguna diferencia, son lo mismo; un cuerpo jadeante que trata de recuperar el dominio de si mismo para volver a ser  uno pero sin querer separarse de la mitad que lo acompaña.
Y entonces un beso, solo un beso basta para sacarse una sonrisa agotada que, entre costosas respiraciones, da pie a más besos y a una deliciosa calma compartida que no todo el mundo puede entender.




"Bailes de salón, bailes de saliva y sudor."