Tres años y dos días. Maddelaine llevaba todo ese tiempo trabajando en la empresa más gris de la calle más gris de la ciudad más gris del mundo.
Su despacho era gris y ella misma, por simple concordancia con el entorno se vestía con una falda gris a juego con una chaqueta gris colocada sobre una camisa blanca, que a penas se apreciaba. Se recogía su larga melena negra en un moño alto y perfectamente peinado, no existía manera posible de que un solo pelo se desprendiera de él o se moviera de su sitio.
A Maddie ya no le gustaba su trabajo, se sentía increiblemente mal en su despacho. Los mismos papeles que firmar, el mismo sello que estampar, la misma cristalera con vistas a la misma ciudad. Ciudad que antes recorría constantemente de la mano de Chris, el que fue su amigo.
Hacía mucho tiempo que no pensaba en Chris. Pero hoy tenía menos papeleo por por revisar que de costumbre y un poco de añoranza no podía hacerla demasiado mal.
Se acordaba perfectamente de él. Era su mejor amigo desde que apenas tenía 5 años. Si sus calculos no fallaban, y no solían hacerlo, el ahora tendría 25 justo dos más que ella.
Siempre había estado ahí, en el colegio, en el instituto. También en la universidad y en aquel edificio tan gris.
Con él había conocido la ciudad entera y las afueras, que habian recorrido minuciosamente cada verano de su vida con sus bicis.
Habían bailado en la plaza mayor aquel día que llovió tanto y habían acabado calados hasta las orejas.
Maddie, sonrió levemente pensando en ello y el brillo anaranjado de la buhardilla de él había llegado hasta su cabeza.
Que habrían sido ¿horas? ¿días enteros metidos ahí arriba contándose todo tipo de tonterías? Miles de veces las que ella había llorado apoyada en el regazo de él.
Mucha gente decía que estaban enamorados. Bueno, eso nunca se llegó a saber. Es verdad que Chris detestaba a los chicos que se acercaban a Maddie (protección, decía ella) y que Maddie no soportaba que Chris estubiera lejos (Amistad, decía él). Pero como nunca nadie demostró lo contrario...
Chris... Christian...
Casi podía oirle. Casi podía abrazarle.
Apoyó la frente en la cristalera de su despacho. Hoy el cielo estaba azul, eso le daba un contraste brillante y hermoso a todo lo gris de su mundo. Algo así había dicho él.
Maddie cerró los ojos y recordó aquel instante, los minutos de conversación tras los cuales Chris había salido de su vida;
-Me marcho, Maddie.- Había dicho con la voz casi apagada y cabizbajo apoyando los puños en la mesa de ella, como hacía siempre. Maddie levantó la vista y sonrió ajena a lo que él había querido decir. Llevaban un año trabajando y él siempre pasaba por su despacho, para cualquier cosa. Ella siempre le sonreía.
-¿Hoy sales antes? -ladeó la cabeza mirándolo y él levantó la vista y la miro con esa mirada nerviosa y escurridiza que siempre ponía cuando algo no iba bien, o cuando las cosas iban a cambiar.- ¿Te pasa algo Chris? pareces nervioso.
-Ya te lo he dicho.- Clavó sus ojos en los de ella.- Me largo y para siempre.
-¿Que? ¡Que dices! -se rió levemente, no de él si no de la situación.- No puedes marcharte, aqui está todo...
-¡Todo gris Maddie! ¿Acaso no puedes verlo? Tienes apenas 20 años y aparentas 35 largos. ¡Te estás consumiendo en este maldito sitio! -lo estaba soltando todo. Hacía unos días que Maddie le veía muy callado...- Te levantas cada día a las 7.00 de la mañana, coges el metro a las 7.35 exactamente. Siete paradas, que cuentas una tras otra. Saludas a las mismas personas todos los días.
A las 8.45 exactamente paso por tu despacho, te beso la misma mejilla y te digo siempre lo mismo.
El mismo café, el mismo despacho, el mismo lugar, los mismos papeles. Creo que ya va siendo hora de cambiar, de huir.- Respiraba con dificultad y Maddie no sabía que decirle. Lo miraba como si en realidad no pudiera verle, como si solo fuera una sombra. Igual que miraba ahora al lugar donde había estado. Sintiendo de nuevo el dolor en el pecho que había sentido al decirle que no se marcharía...
El había sonreido y se habia acercado a ella. Había besado su mejilla, por donde rodaba una lágrima y había desaparecido por la puerta.
Ahora también lloraba. Chris... le echaba de menos.
Podría haberle llamado o haber buscado la manera de contactar con él, pero eso era demasiado fácil. Se había ido a ver mundo, hacía dos años que se había ido a ver mundo, sin ella. Así que estaba sola.
Pero eso no iba a impedirla seguir sus pasos. Iba a ver mundo, iba a coger la bicicleta y a largarse de allí. Empezaría por volver a recorrer la ciudad y luego saldría de ella en busca de nuevas aventuras. Iba a visitar todo el mundo que pudiera y estaba segura de que se encontraría con él de nuevo. Podría sonreírle como siempre había hecho y podría volver a llorar en su regazo.
Maddelaine soltó su moño y se revolvió el pelo. Destrozó la chaqueta gris y se pinto los ojos y los labios.
Se despidió de todo el mundo que la miraba con un gesto de infinita incredulidad. Nadie nunca la había visto sonreir así.
-Ya va siendo hora de deshacerse de tanto gris.