Me conoces, me conoces bien y seguramente sabes que probablemente cuando termine de escribir esto, estaré llorando. Pero de sobra sabes que necesito desahogarme y que no siempre puedo parecer fuerte.
Mañana será el último tramo del camino y yo quiero vaciarme del todo para mañana poder ser la más fuerte y no la más pequeña. Mañana, mientras todos lloren, mientras todos se sientan perdidos en el abatimiento y se dejen desvanecer, yo quiero permanecer entera. Mañana, nadie deberá saber que ahora soy yo la que se desahoga y dedica un espacio al recuerdo. No, no dejaré que me vean llorar.
Por eso, ahora que estoy sola, y tú que me conoces tan bien, sabes que a pesar de todo mañana no podré evitar llorar y que será otro el que tenga que venir a consolarme, porque a ti no podré escribirte. Ellos lo llaman entierro, pero a mi esa palabra me suena a olvidar, a frío, a "ya no es importante" y si es importante, siempre será importante. Prefiero llamarlo el último hasta luego; esa pequeña celebración que se le dedica a alguien a quien quieres y que, físicamente, ya no va a estar más. Ese momento en el que alguien te cuenta que vivió una vida plena y satisfactoria, rodeado de la gente a la que quería y, en ocasiones, rememoran alguna anécdota entrañable que seguramente todos conocen. Pero a pesar de conocerla, de ser conscientes de que ya saben todo lo que se está diciendo de la persona a la que despiden, sonríen entre lágrimas, apoyándose los unos a los otros. Algunos rezan a sus dioses para que todo le vaya bien allí a dónde va, otros agachan la cabeza y se dejan invadir por los recuerdos; los pequeños regalos, los paseos por las calles de Madrid, las explicaciones de "En ese lugar conocí yo a..." o "Allí es dónde le compraba las telas a tu abuela para que le hiciera la ropa a tus tíos...". Se acuerdan de todas las cosas de las que él se acordaba y te relataba con muchísimo cuidado de no olvidarse ni el más mínimo detalle y con infinita calma, esa calma que solo la nostalgia sabe proporcionarnos.
Yo ya sé de que voy a acordarme, porque no paro de pensarlo, porque me encuentro con total derecho a escribirlo y a llorar si me hace falta en estos momentos. Yo sé que pensaré en los helados, los que comprábamos juntos los primeros días de verano antes de que marchara con la abuela al pueblo, de aquel mono de peluche sin nariz tan raro que me regaló y al que me dijo que llamara Amedio y de las navidades en las que te rogábamos por el aguinaldo, de cómo te hacías el sordo. Voy a acordarme de aquel día en el que me dijo; "¡Vamos niña, que hoy voy a llevarte a todos los parques de Madrid!" que no fueron todos, solo los de los alrededores de su casa, pero para mi Madrid se reducía a eso; su casa y los sitios a los que me llevaba para volver después con la abuela y contarle todas las cosas que habíamos hecho juntos aquella maravillosa tarde, de los cacahuetes, las camisetas de tirantes y los golpes en la panza después de comer, concursando a ver cual de los dos estaba más gordo... la primera vez que salió de un hospital, fue la primera vez que gané yo. Y recordaré las veces que le dibujaba y como miraba el dibujo sonriendo y diciendo "¡Mira cómo se parece a mi!" sabiendo que dibujo fatal.
Y es que, dice mi padre que la vida es un ciclo y hay que pasarlo todo. Es verdad, pero tengo derecho a querer llorar hasta que me duela la cabeza por saber que ahora no voy a poder satisfacer la sensación de que le echo de menos.
Y cuando esto pasa, y solo te queda el recuerdo, debes asegurarte de que no te arrepientes de nada...
Lo siento. Siento no haberme podido despedir de ti; siento no haberte podido ir a ver al hospital esta vez y no haber querido ir las otras anteriores; siento haberme chivado a la abuela de que te fumaste un puro aquella vez que me llevaste al parque cuando era muy pequeña. Siento que tal vez no supieras que te quería muchísimo y que yo no quería que todo esto pasara, a pesar de que es algo que tiene que pasar, que a todos nos va a pasar.
Porque no siempre se puede ser fuerte. Porque quizás no quiera ser fuerte hoy.
Porque, si solo muere lo que olvidas, no ha muerto nadie hoy, pero hay un extraño vacío.
Te voy a echar de menos.
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