Se había limitado a salir del trabajo y volver a casa, con paso lento y sin prisa alguna, directamente desde el trabajo. Y ahora se culpa a si mismo de no haberse quedado en la calle, se dice que debería salir y escucha cómo las gotas de agua se estampan contra el suelo de la bañera. El agua caliente inunda los poros helados de su cuerpo, pero no es como la lluvia; no llega hasta los huesos, no invade el alma, no te llena.
Al salir de la ducha se prepara un café bien caliente, rebosante de azúcar y con a penas dos gotas de leche. Lo llevó consigo hasta el pequeño salón y, dejándolo en la mesita, se sentó al lado de la guitarra, mirándola.
¿Podría ser capaz de tocarla? ¿Se veía capaz de ello? Llevaba días sin tocarla, los mismos días que llevaba siníendose de aquella manera; abatido, solo, quejumbroso, seguramente los mismos días que llevaba sin recibir noticias de él. Dio un sorbo al café , cerró los ojos apoyando la cabeza en el respaldo del sofá y la taza en su tripa, calentándose así las manos. Hacía ya varias semanas que su hermano se había largado de la ciudad y nadie sabía nada; ni a dónde había ido, ni el por qué, ni si iba solo. Y él se sentía totalmente derrotado. No podía hacer nada salvo ir de casa al trabajo y del trabajo a casa para ver si, por un casual, recibía noticias suyas.
Había preguntado a todo el mundo; sus amigos, sus compañeros de clase, del trabajo e incluso a aquella chica tan mona de la que tanto le había hablado. Nadie sabía nada y todos le habían dicho "Eh, tío, ya sabes como es. Estará bien". Pero nadie podía asegurárselo y el se sentía a morir por ello. ¿Ni un mensaje, una nota, nada? Eso no era propio de su hermano, no al menos con él. Pero ahora tenía la sensación de no conocerle, de no entender sus razones, de no haber sabido nunca nada de él. Y eso, eso si era doloroso, esa sensación si le deja en carne viva el corazón.
Esta a punto de echarse a llorar cuando da un bote en el sillón, sobresaltado a causa del sonido del teléfono.
-¿Si?
-Soy yo.- una voz suave y apagada suena a través del auricular. Llora.- Escucha, tengo poco tiempo. Tío, te quiero y siento haberme ido así. Pero estaré bien y volveré cuando sepa qué es lo que quiero, que busco y espero de el hecho de estar vivo ¿Entiendes? No podía seguir en la ciudad con esa sensación de compresión. No quería irme así, pero sé que hubieras querido entender todos mis por qués y yo no quiero que me entiendas, solo que estés bien y que no me odies. Que el día que vuelva me abraces y ya está.
-Te estaré esperando.- Sonríe entre lágrimas.
-Gracias.
Un sonoro "piiiiiiiiiiiii" marca el final de la conversación. Mira por la ventana, la lluvia se ha acrecentado y ya no tiene motivos para no salir a soñar bajo las incesantes gotas.