Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

lunes, 30 de julio de 2012

Sin sentidos mojados.

Llegó a casa empapado, cansado, ojeroso y con ganas de gritar. Dejó caer el abrigo pesadamente sobre el perchero y estiró la espalda, tratando de desentumecerse. Pero la lluvia había atravesado cada poro de su piel y la humedad llegaba hasta su corazón agarrándolo y oprimiéndolo. Cualquier otro día se habría quedado en la calle, paseando bajo la lluvia, dejándose calar hondo y sin necesidad de paraguas. Pero hoy no, hoy la lluvia era molesta y no se le antojaba como un consuelo. Las calles le parecían inmensos pasillos grises, fríos y mojados que, en lugar de paredes, estaban delimitados con enormes edificios de brillantes luces y, seguramente, cálidos y secos. Aquel día no había imaginado miles de historias sobre sías lluviosos, no había cerrado los ojos en medio de la carretera, levantando la vista y dejándose mojar por completo. Tampoco había tratado de dibujar mentalmente en las calles a esas personas que corren tratando de escapar de las heladas gotas de lluvia.
Se había limitado a salir del trabajo y volver a casa, con paso lento y sin prisa alguna, directamente desde el trabajo. Y ahora se culpa a si mismo de no haberse quedado en la calle, se dice que debería salir y escucha cómo las gotas de agua se estampan contra el suelo de la bañera. El agua caliente inunda los poros helados de su cuerpo, pero no es como la lluvia; no llega hasta los huesos, no invade el alma, no te llena.
Al salir de la ducha se prepara un café bien caliente, rebosante de azúcar y con a penas dos gotas de leche. Lo llevó consigo hasta el pequeño salón y, dejándolo en la mesita, se sentó al lado de la guitarra, mirándola.
¿Podría ser capaz de tocarla? ¿Se veía capaz de ello? Llevaba días sin tocarla, los mismos días que llevaba siníendose de aquella manera; abatido, solo, quejumbroso, seguramente los mismos días que llevaba sin recibir noticias de él.  Dio un sorbo al café , cerró los ojos apoyando la cabeza en el respaldo del sofá y la taza en su tripa, calentándose así las manos. Hacía ya varias semanas que su hermano se había largado de la ciudad y nadie sabía nada; ni a dónde había ido, ni el por qué, ni si iba solo. Y él se sentía totalmente derrotado. No podía hacer nada salvo ir de casa al trabajo y del trabajo a casa para ver si, por un casual, recibía noticias suyas. 
Había preguntado a todo el mundo; sus amigos, sus compañeros de clase, del trabajo e incluso a aquella chica tan mona de la que tanto le había hablado. Nadie sabía nada y todos le habían dicho "Eh, tío, ya sabes como es. Estará bien". Pero nadie podía asegurárselo y el se sentía a morir por ello. ¿Ni un mensaje, una nota, nada? Eso no era propio de su hermano, no al menos con él. Pero ahora tenía la sensación de no conocerle, de no entender sus razones, de no haber sabido nunca nada de él. Y eso, eso si era doloroso, esa sensación si le deja en carne viva el corazón. 
Esta a punto de echarse a llorar cuando da un bote en el sillón, sobresaltado a causa del sonido del teléfono. 
-¿Si?
-Soy yo.- una voz suave y apagada suena a través del auricular. Llora.- Escucha, tengo poco tiempo. Tío, te quiero y siento haberme ido así. Pero estaré bien y volveré cuando sepa qué es lo que quiero, que busco y espero de el hecho de estar vivo ¿Entiendes? No podía seguir en la ciudad con esa sensación de compresión. No quería irme así, pero sé que hubieras querido entender todos mis por qués y yo no quiero que me entiendas, solo que estés bien y que no me odies. Que el día que vuelva me abraces y ya está.
-Te estaré esperando.- Sonríe entre lágrimas.
-Gracias.
Un sonoro "piiiiiiiiiiiii" marca el final de la conversación. Mira por la ventana, la lluvia se ha acrecentado y ya no tiene motivos para no salir a soñar bajo las incesantes gotas.

viernes, 27 de julio de 2012

Polaroid.

Se me escapan los instantes. Ya no son míos.
Todos esos lugares que he visualizado y que he querido retener acabarán desapareciendo, lo sé, me ha pasado. Aquellos segundos que merece la pena tener pegados a las paredes del cerebro, yo, los quiero en la pared de mi cuarto y por todas partes. Y no, no los quiero en un formato digital con alta resolución de cámara reflex de 500 € y un objetivo de la hostia en el cual se pueda ver hasta la más mínima imperfección del paisaje. ¿Para qué?
Quiero que mis recuerdos queden enmarcados por los bordes característicos de una polaroid antigua, que salgan al instante, no tener que esperar o que depender de un ordenador para poder tenerlas.
No quiero depender de cables, enchufes, movidas digitales...
Di lo que quieras; "es porque está de moda", "te vas a cansar de ella", "los carretes son muy caros y no vas a comprar más de uno", "gastarás inútilmente las fotografías"... Lo que te de la gana, si lo quiero es porque lo he pensado, es porque tengo unos motivos y unas razones. 
No es un capricho, me molesta un poco que se entienda como tal.
Los caprichos se me pasan, nunca me duran más de un mes. No me peleo por mis caprichos, ni me busco bronca por ellos. Esto no es un capricho.
Pero te has empeñado en entenderlo como tal. Para ti no quiero nada, solo me encapricho de las cosas por molestar y para hacerte gastar.
No sabes la rabia que me das cuando me dices esas cosas, cuando parece que no entiendes absolutamente nada.
Si hubiera tenido una polaroid antes hubiera fotografiado un instante en el que tú y yo aún nos lleváramos bien. Y aunque para eso sea un poco tarde, tal vez haya otras imágenes que puedan ser mías.
Así que, lo siento si te molesta, si te sienta mal o te repatea que al final haga lo que me de la gana. Voy a tener una polaroid y me incinerarán con ella el día de mi muerte.

domingo, 22 de julio de 2012

Solo muere lo que olvidas.

Me conoces, me conoces bien y seguramente sabes que probablemente cuando termine de escribir esto, estaré llorando. Pero de sobra sabes que necesito desahogarme y que no siempre puedo parecer fuerte.
Mañana será el último tramo del camino y yo quiero vaciarme del todo para mañana poder ser la más fuerte y no la más pequeña. Mañana, mientras todos lloren, mientras todos se sientan perdidos en el abatimiento y se dejen desvanecer, yo quiero permanecer entera. Mañana, nadie deberá saber que ahora soy yo la que se desahoga y dedica un espacio al recuerdo. No, no dejaré que me vean llorar. 
Por eso, ahora que estoy sola, y tú que me conoces tan bien, sabes que a pesar de todo mañana no podré evitar llorar y que será otro el que tenga que venir a consolarme, porque a ti no podré escribirte. Ellos lo llaman entierro, pero a mi esa palabra me suena a olvidar, a frío, a "ya no es importante" y si es importante, siempre será importante. Prefiero llamarlo el último hasta luego; esa pequeña celebración que se le dedica a alguien a quien quieres y que, físicamente, ya no va a estar más. Ese momento en el que alguien te cuenta que vivió una vida plena y satisfactoria, rodeado de la gente a la que quería y, en ocasiones, rememoran alguna anécdota entrañable que seguramente todos conocen. Pero a pesar de conocerla, de ser conscientes de que ya saben todo lo que se está diciendo de la persona a la que despiden, sonríen entre lágrimas, apoyándose los unos a los otros. Algunos rezan a sus dioses para que todo le vaya bien allí a dónde va, otros agachan la cabeza y se dejan invadir por los recuerdos; los pequeños regalos, los paseos por las calles de Madrid, las explicaciones de "En ese lugar conocí yo a..." o "Allí es dónde le compraba las telas a tu abuela para que le hiciera la ropa a tus tíos...". Se acuerdan de todas las cosas de las que él se acordaba y te relataba con muchísimo cuidado de no olvidarse ni el más mínimo detalle y con infinita calma, esa calma que solo la nostalgia sabe proporcionarnos.
Yo ya sé de que voy a acordarme, porque no paro de pensarlo, porque me encuentro con total derecho a escribirlo y a llorar si me hace falta en estos momentos. Yo sé que pensaré en los helados, los que comprábamos juntos los primeros días de verano antes de que marchara con la abuela al pueblo, de aquel mono de peluche sin nariz tan raro que me regaló y al que me dijo que llamara Amedio y de las navidades en las que te rogábamos por el aguinaldo, de cómo te hacías el sordo. Voy a acordarme de aquel día en el que me dijo; "¡Vamos niña, que hoy voy a llevarte a todos los parques de Madrid!" que no fueron todos, solo los de los alrededores de su casa, pero para mi Madrid se reducía a eso; su casa y los sitios a los que me llevaba para volver después con la abuela y contarle todas las cosas que habíamos hecho juntos aquella maravillosa tarde, de los cacahuetes, las camisetas de tirantes y los golpes en la panza después de comer, concursando a ver cual de los dos estaba más gordo... la primera vez que salió de un hospital, fue la primera vez que gané yo. Y recordaré las veces que le dibujaba y como miraba el dibujo sonriendo y diciendo "¡Mira cómo se parece a mi!" sabiendo que dibujo fatal.
Y es que, dice mi padre que la vida es un ciclo y hay que pasarlo todo. Es verdad, pero tengo derecho a querer llorar hasta que me duela la cabeza por saber que ahora no voy a poder satisfacer la sensación de que le echo de menos.
Y cuando esto pasa, y solo te queda el recuerdo, debes asegurarte de que no te arrepientes de nada...


Lo siento. Siento no haberme podido despedir de ti; siento no haberte podido ir a ver al hospital esta vez y no haber querido ir las otras anteriores; siento haberme chivado a la abuela de que te fumaste un puro aquella vez que me llevaste al parque cuando era muy pequeña. Siento que tal vez no supieras que te quería muchísimo y que yo no quería que todo esto pasara, a pesar de que es algo que tiene que pasar, que a todos nos va a pasar.


Porque no siempre se puede ser fuerte. Porque quizás no quiera ser fuerte hoy.
Porque, si solo muere lo que olvidas, no ha muerto nadie hoy, pero hay un extraño vacío.
Te voy a echar de menos.

jueves, 19 de julio de 2012

Seres que sienten, padecen, se desvanecen.


Pocas veces se dejaba caer por su cobertizo, de hecho iba solo cuando necesitaba coger algo y alguna vez iba a tirarse en el colchón a dormir o a rasgar la guitarra. Aquella vez había ido allí porque no sabía a dónde podía ir.
Ella no era normal, no en el sentido de tener habilidades especiales o algo que la caracterizara. Simplemente era rara, extraña, estúpida, diferente, desconfiada.
Muchas veces se preguntaba cómo podía haber acumulado tantas cosas en un espacio tan pequeño y casi nunca encontraba una respuesta satisfactoria. En la pared, aleatoriamente colocadas, estaban la mayoría de las fotografías que había tomado con su polaroid. Recuerdos, instantes, lugares, segundos de su vida atrapados en pequeñas imágenes que la hacían soñar y volver la vista atrás.
Pero no había ido a su "casa" para recordar. No. Estaba allí para pensar, para encontrarse.
Hacía días que no se sentía ella, estaba como perdida y distraída. No se encontraba a gusto con su ocupación que no la proporcionaba un futuro ni un amor candente de esos que tantas veces había imaginado. Tal vez debería dejarlo y buscarse un curro que la hiciera sentir plena, a gusto y en calma consigo misma.
Pero era totalmente consciente de lo mal que estaba todo y del lío que suponía cambiar a esas alturas.
Y es que al final todo se reducía a eso, cambiar o no cambiar. Dejarse querer, mostrarse como era, contar su historia, volver a casa y disculparse con la gente a la que había hecho daño con su actitud.
-A la mierda con todo, es la hora de marcharse.
Cerró la maltrecha puerta del cobertizo y se encaminó a la ciudad.

You, you, you.



No existen las comparaciones, cielo.

miércoles, 18 de julio de 2012

¡A callar, que empieza la hora de las putas!

A veces las cosas fallan y no es culpa de nadie. Pero como no es culpa de nadie que yo esté llorando, no espero que nadie cargue con las culpas.
Lo que quiero decir es que hay veces en las que te levantas con mal pie y te apetece algo y no puede ser ¿van a culparme entonces por estar como estoy?
Basta, por favor, de tanta hipocresía. Que todos hemos estado mal y mil veces peor.
¿Tanto cuesta creerme cuando digo que se me pasará?
Déjarme llorar en paz si no tenéis nada mejor que sugerirme, si no sois capaces de hacer nada por mi...


Why are you so...?

-Esa manera de llorar se asemeja mucho a llover.
-Lo siento...
-Me gusta la lluvia, pero no en tus ojos.

sábado, 14 de julio de 2012

"I think I saw you in my sleep... darling".

-No tengo nada que ofrecerte, nada.
La miraba con los brazos extendidos, situado de puntillas al borde de la piscina y sonriendo. Era de noche y la única luz que había era la de las lámpara que había en las paredes de la piscina, por debajo del agua.
Se habían colado en la piscina municipal, tal vez habían fumado demasiado aquella noche y aquella loca idea les había parecido bien a ambos. No lo sabían del todo con exactitud, pero los tonos azulones de la iluminación le daban a aquel lugar un ambiente mágico, casi espectral.
Ella se le acercó, sonriendo, moviendo las caderas de manera coqueta. Se quitó los zapatos mientras caminaba y, a escasos centímetros de él, se puso de puntillas para besarle. Cuando sus ojos estaban a la misma altura, le empujó. El chico, sorprendido, agarró el vestido de ella obligándola a caer al agua y ella, profiriendo un grito, se agarró a su camiseta.
Se acercaron el uno al otro, bajo el agua helada se abrazaron y con la última gota de aire, se besaron un segundo.
Y una vez fuera, y tras exhalar una importante cantidad de aire, ella trató de zafarse de él y de fingirse enfadada.
-¡Idiota, suelta, suelta! ¡Me has empapado el vestido y el agua está helada!- Le miraba frunciendo el ceño y él respondía con una tierna sonrisa y sin dejar de abrazarla.
-Bésame. Y luego, si todavía tienes ganas, me gritas.- Río, acercando su boca a la suya y pegando sus cuerpos. Ella no oponía resistencia, miraba los labios de él con ternura, con cierto deseo.
-Yo esto lo he soñado antes...- murmuró antes de besarle.

miércoles, 11 de julio de 2012

Que nos prohiban lo prohibido, estaremos escondidos.

El calor inusual del encuentro puntual de dos cuerpos que, desnudos, se buscan en medio de la noche. Y se encuentran, claro que se encuentran. 
Comienza el estallido. Se para el mund. Las luces se desvanecen, se enciende la oscuridad.
Primero juegan; se acarician con suavidad, recorren sus cuerpos con las manos, desdibujando sus formas con los dedos; escalofríos. Se besan, besos rápidos, cortos, acelerados. Vacilantes en algún momento, entre risas, se evitan para luego dejar caer los suspiros, mientras los besos se van alargando. Se van transformando en un baile de lenguas que se buscan tímidamente en un primer instante y después, progresivamente, con más ansiedad. Labios que no quieren despegarse, pero que lo hacen solo para depositar nuevos besos en distintos lugares; el cuello, el pecho, la mejilla, la frente, la comisura de los labios, la espalda... Comentarios sueltos, carentes de sentido a veces, otras no. Una sonrisa que se escapa, una mirada cargada de calor que transforma las caricias suaves en encuentros más lascivos, más ardientes y húmedos.
Y entonces ocurre. La timidez sale volando, enganchada a las prendas de ropa que se arrancan el uno al otro. Miradas fugaces e intensas, cargadas de deseo, de pasión, de ganas de poder devorarse, de poder tenerse, sentirse, amarse en un término totalmente apartado de la sociedad. Un contacto infinito que no precisa de palabras ni de la aprobación de nadie porque nadie existe en ese instante en el que se dan cuenta de que son libres de dejarse arrastrar hacia la privacidad de poder hacer lo que quieran sin ser juzgados.
Cuando las piezas encajan, se hace la magia; las pupilas dilatadas, el pulso desbocado y los latidos acompasados. Las bocas se buscan con cierta ansia, coordinándose con el movimiento rítmico de los cuerpos. Comunicándose mediante gemidos, a lametazos y mordiscos. Con la cabeza en otra parte, se entregan del todo, se dejan ser, se sienten vivos, únicos y brillantes.
Sobra todo; sobra la luz, la ropa, el pudor, el silencio, el mundo. Existen solo el placer y las ansias de olvidarse de lo que hay fuera de la habitación, de olvidarse casi hasta de sus nombres.
Y cuando llegan al punto más luminoso de su ser, cuando ya no pueden más y han perdido hasta la cabeza, se funden y, durante un instante, no se puede a penas distinguir a una persona de la otra. No hay ninguna diferencia, son lo mismo; un cuerpo jadeante que trata de recuperar el dominio de si mismo para volver a ser  uno pero sin querer separarse de la mitad que lo acompaña.
Y entonces un beso, solo un beso basta para sacarse una sonrisa agotada que, entre costosas respiraciones, da pie a más besos y a una deliciosa calma compartida que no todo el mundo puede entender.




"Bailes de salón, bailes de saliva y sudor."

lunes, 9 de julio de 2012

Grita.

Abrió el grifo y dejó correr el agua, esperando a que estuviera todo lo fría posible. De vez en cuando, tanteaba con el dedo la temperatura. Estaba apoyada en la pared, con los brazos cruzados a la altura del pecho y la vista perdida en dirección al chorro de agua. Comprobó que el agua estaba lo suficientemente fría, se inclinó sobre el lavabo ahuecando las manos y dejó que el agua cayera sobre estas antes de acercar la cara haciéndola tomar contacto con el agua helada. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, erizando el vello de su nuca y obligándola a tensar la espalda.
Abrió los ojos unos segundos después, notando como el mundo le daba miles de vueltas a la cabeza. Se miró al espejo; algunas gotas de agua resbalaban aún por su cara para luego dejarse caer hasta el mármol blanco del lavabo y estallar, como si fueran cristales, despedazándose y rodando hasta el desagüe. Pero ella no lo vio se miraba a si misma con atención, como si no se reconociera, como si no fuera ella. En los ojos brillaba el miedo, la duda, la indecisión. Tenía la expresión asustada de una niña que acaba de recibir una noticia; sabe que es mala por la actitud de los mayores al dársela, pero no la entiende y está tratando de asimilarla. Esa sensación de desconcierto, la misma.
Junto con las gotas de agua, notó como una lágrima recorría su mejilla y solo la distinguió por el calor que esta emanaba en contraste al frío de las gotas de agua.
Y dejó escapar un sollozo.
"¿Y ahora qué?" Se decía notando una fuerte presión en los hombros que la obligaba a encorvarse poco a poco en dirección al lavabo. "¿Y ahora qué coño hago, si estoy sola?" Los pensamientos golpeaban su cabeza como si fueran flechas a la velocidad de la luz. Se sentía aturdida, quería vomitar. Vomitar miedos, vomitar palabras, vomitar sus gritos de agonía y todo lo que llevaba dentro.
Apoyó la frente en los antebrazos que estaban, a su vez, apoyados sobre el grifo. Le dolía la cabeza. El dolor punzante que llega después de haber estado llorando. Trataba inútilmente de calmarse un poco, de serenarse, de tratar de pensar con claridad. Pero no podía y no tenía a nadie cerca para mendigarle un abrazo o una palabra amable, así que ella misma tenía que decirse entre susurros "todo va a salir bien", "no te preocupes"...
Tenía que ser fuerte ella sola y convivir con el "Quiero contártelo, pero no quiero que lo sepas."
Se dejó caer al suelo, su cabeza golpeó violentamente contra el suelo acrecentando su sensación de aturdimiento. Torpemente y enganchándose al escaso mobiliario del baño, llegó hasta la taza del váter y abrió con un gesto brusco la tapa, comenzando a vomitar. Su cuerpo se convulsionaba al compás de las arcadas. Agarraba con fuerza los bordes del váter temiendo caer de nuevo y acabar chocando contra el suelo. El vómito y las lágrimas se mezclaban en el agua. El olor la estaba mareando aún más. Con el cuerpo todo pálido y tembloroso, echó mano de una toalla con la que poder limpiarse la boca.
Después, se quedó unos segundos apoyada en la taza, esperando a que los temblores desaparecieran y el entumecimiento de sus piernas se esfumara.
Finalmente, se levantó. Apoyándose en la taza primero y en la pared después llegó hasta el lavabo. Bebió agua y volvió a refrescarse la cara. Echó un rápido vistazo a su reflejo en el espejo y salió del baño tambaleándose.




Y después alguien acudió en su ayuda, si, esta no es una de esas historias que acaban mal. Porque no estaba sola, porque el problema no era solamente suyo y tenía alguien con quien contar. Porque aquel mal rato fue solo una piedra en el camino y encontró a alguien que la ayudó a ponerse en pie.
Fin.

sábado, 7 de julio de 2012

"Ausentes y desvanecidos".

Creo que somos raros. Que los dos nos callamos por miedo a las consecuencias que puedan traer consigo nuestras palabras, pero tú callas más que yo.
Y lo sé y me molesta. Antes no callabas tanto, dejabas fluir tus palabras, aunque fuera por escrito, solo para esperar una contestación mía que sonara convincente.
Odio no poder decirte que sé que pasa algo aunque intentes convencerme de lo contrario.
No importa, la verdad. No me molestan tus silencios, no me hacen sentir enfadada. Solo me dan un poco de miedo, me confunden. Y como tú no dices nada yo interpreto libremente.
Esto no debería estar aquí escrito, tengo a mano mi libreta de Londres en la que podría dejar detallado como tantas otras veces lo que pasa en mi cabeza y que no te enteres.
Tal vez quiero que leas esto, me da curiosidad por saber si a estas alturas ya te sientes aludido, quizá enfadado u ofendido porque no he sido capaz de ir hasta ti y vomitarte mis miedos en forma de palabras.
Pero te habrás dado cuenta  de que me ocurre algo, o tal vez no; solo estoy mal cuando no estoy contigo y me da por pensar. Me creo mis películas y paranoias mentales. Ya sabes como soy, lo sabes muy bien...
El humo es un consuelo cuando intento dejar por escrito de la manera más decente mis palabras de "no estoy bien, pero no te preocupes, lo estaré".
Supongo, también, que si no te hablo más a menudo cuando no estás a mi lado es solo porque se que ya no tengo nada que decirte que no sepas o intuyas. Imagino que a ti te pasa lo mismo, pero no lo sé y me da rabia.
Y cierro los ojos, intento no ver el final. Y a lo mejor me choco contra una pared de frente y acabo tirada en el suelo, culpándome de no ser más prudente.
Eres diferente, a tu manera, tan especial tan "a trocitos". Y a pesar de tus pequeños fallos y mis grandes rayadas, estás ahí eres lo único más o menos  estable en mi caos mental, por favor, no desaparezcas.
Que tal vez tengas razón y todas esas movidas que nos pasan nos harán más fuertes. Si pasara lo contrario, en este momento, no sé que haría. Como reaccionaría o que te diría, en el caso de poderte decir algo.
Y que, aunque no lo diga, sabes de sobra que te quiero.
Coge esta información y asimílala como quieras. Es tuya, un subproducto de lo nuestro.
Y lo siento, de verdad si te hace sentir mal. Si llegas a leer esto y te sientes decepcionado o enfadado conmigo por no ser más valiente y mirarte a la cara para explicarte que he estado mal y que no te pedí ayuda.

No tenemos demasiadas fotos juntos. Supongo que no las necesitamos, que se hacen para que el resto de gente sepa que todo va bien. Y a nosotros nos vale con ser conscientes, en nuestra pequeña intimidad de ello.
Te lo repito si lo necesitas, te quiero.

jueves, 5 de julio de 2012

"Estallidos poéticos"

Dale al play.


Deberías ser tú quien estuvieras aquí y no yo.
Tú delante de la pantalla del ordenador dejándote la piel en disimular.
Con una sonrisa sin validez ni credibilidad que se acumula en un montón de fotografías.
Tú quien escribiera algo parecido a versos, algo parecido a miedos, algo parecido a sueños.
Pensamientos frustrados en un mundo fatídico, en un intento fallido de relación.
Y tus oídos deberían estar escuchando los acordes de piano, que suaves y conformistas te llaman.
Ser como una de esas personas que no aman porque vivir era demasiado como un cuento de hadas,
que ser real y sentirte como tal era algo para lo que no te creías concebido.
Ser tú quien sintiera los vacíos y la locura de los cuerpos candentes que se encuentran en medio de la noche.
Y sueñan. Y vuelan. Y se alejan.
Mirarías ahora por la ventana, sosteniendo tu taza de café y con el cigarrillo en la mano.
Ahí fuera la gente dice que es verano. Pero tú tienes frío.
Son poco más de las 3.00 de la tarde y notas el sentimiento soporífero de las 3.00 de la mañana;
la misma oscuridad, la misma pérdida de ganas.
Abatido por la imperfección de tus pensamientos en acción,
sin una buena idea que dar, que mostrar, que plasmar en un lienzo en blanco.
Vomitas tus miedos y, de nuevo, acabas llorando.
Intentas demostrar a los demás algo que ni tú has llegado a creerte
y prefieres verte ahora como un pensamiento inerte que seguir adelante y pasear entre la gente.
¿Y por qué? ¿Qué ha pasado con esos sueños enlatados que tenías antes de desvanecerte?
Todas tus fuerzas se han quedado en ese pequeño rincón olvidado que tenemos todos los presentes.
Pero que solo tú sigues llenando para conseguir que reviente.
Hablabas de poesía y decías que solo tú sabías como hacer que los textos sonaran diferente,
con una musicalidad que impacientemente te pedía una oportunidad para Neruda.
Y brillabas con esa luz desnuda que ilumina a las mentes.
Y sentirte como el humo enganchado en una corriente de aire caliente.
Eras grito y cristal, eras sueños perdidos en la irracionalidad de las mentes que están ausentes.
¿Cómo se siente perderse en medio del proceso decadente de que "si no estás me sangran las ideas"?
Y cómo te quejabas de los débiles y de los enamorados cuando caminaban a tu lado y no parabas de envidiarles.
Como cambian todas esas historias de pasados muy presentes,
cuando sé que si hubieras seguido aquí, tal vez yo me hubiera marchado.
Me has marcado, chico, me has marcado.
Y ahora que llevas a tu espalda tus miedos, los míos y los de nuestro proceso de ausentes,
en el ambiente se siente que no has cambiado tanto.
Que te voy a seguir prefiriendo a ti antes que a todas las fotos de ajenos en tonos blancos y negros y,
que el día que nos encontremos, te dejaré leer estos versos para ver si te ves reflejado en ellos


Te quiero, sin miedos. Entero como eres, o a trocitos como te muestras. No importa.
Te quiero.

lunes, 2 de julio de 2012

Con G de Gilipollas.

Con G de "voy a callarme todas las cosas que pasan por mi cabeza solo para que las personas que pueden ayudarme no tengan que preocuparse por mi..."
Esa es mi seña, un G. Una G que escribe cosas como "siento mucho nos ser todo lo perfecta que podría ser y que mi cuerpo sea como es, y que mis ojos no tengan otro color. Pero nadie te ha obligado nunca a mirarme". Y de montarse cacaos mentales incomprensibles del tipo "Es que no sé, no estoy acostumbrada a esto.Yo no soy de esas que saben lo que hacer por los demás. Lo mío es mirar por mi y si alguien me necesita intentar estar. Y no quiere decir que quiera dejarlo, eso es realmente lo último que quiero. Solo es que necesito una ayuda que no soy capaz de pedirle y me pierdo."
G de "estar mal pudiendo estar todo en su sitio" de pasar una mala racha y no querer admitirle a nadie que realmente lo que me hace estar mal es no saber por qué estoy mal. Y que acepto las críticas y los golpes bajos pero nunca la ayuda de los demás. Que siempre me pierdo, que nunca he conocido el camino y doy pasos a oscuras como esperando a que algo pase. Cantar canciones solo para que mis oídos se inunden de algo que no sean mis gritos internos, solo para que mis ojos se fijen en algo diferente.
Siempre a la defensiva, siempre alerta, siempre asustada y sola. Dudando de todo incluso de aquellas cosas que me hacen sentir viva.
Queriendo alejar a la gente que necesito cerca. G de "Socorro, me quemo, me ahogo, lo siento, no puedo..."
Y sé que ayuda no lleva G, que miedo no lleva G y que soledad tampoco. Pero libertad, valentía y sueños tampoco.

Con G de Gilipollas.

domingo, 1 de julio de 2012

País de borregos. Planeta de becerros.

Decidme por favor que no he sido la única que se ha dado cuenta. 
¿Qué está pasando?
Valencia está cubierta por una nube de humo y cenizas causada por dos incendios que aún no ha sido extinguido. No hay fuerzas suficientes, fueron recortadas y ahora que se necesitan ya no están. Miles de valencianos están esperando a que llegue alguna ayuda, la necesaria como para terminar con esto. Y los medios se excusan diciendo que "al menos las condiciones climáticas serán favorables". Y de nuevo es la naturaleza la que tiene que darnos su ayuda para solucionar algo que nosotros hemos provocado.
El precio de los medicamentos ha subido. Ha subido para todos y nadie puede permitirse esa subida. No hay medios para pagarse una necesidad y solo a unas cuantas entidades políticas parece importarles. Sube la luz también y el gas, pero bajan los sueldos y las ayudas y la moralidad cae en picado. 
Alguien en Siria, decidió que el funeral de un ciudadano 
muerto en las protestas antigubernamentales era el momento de lanzar una bomba. Y así, al menos 165 personas mueren en el país, así es como se deja un rastro de heridos por las calles. Y todo esto se cifra en al rededor de 95 muertos, no les interesa que sepamos la verdad.
En pleno siglo XXI aún se permite la existencia de personajes que dicen que "Es mejor ser un dictador, que ser gay" y esos mismos personajes oprimen a un país entero.
¿Y dónde están los políticos? ¿Dónde todas esas personas que han sido elegidas para que todo esto no pase? No están, se han ido a ver en directo lo mismo que la mayoría de personas verá en el sofá, con una cerveza en la mano y un bol de panchitos.
¡OH DIOS MÍO CHICOS ESTA NOCHE ES LA FINAL DE LA EUROCOPA!
¡Genial! ¡Fantástico! Seguro que si España gana se apagarán los incendios de Valencia, o, todavía mejor ¡seguro que se acaba el paro, la crisis, las muertes, bajan la luz, el gas y los medicamentos!
No, por favor ¡No! Sabéis que no es así. Pero preferís que las noticias os adviertan del cuidado que debéis de tener si sufrís de problemas del corazón al ver el partido y que os cuenten como los cámaras que graban a la gente en los bares viven los partidos a saber que el mundo se va a la puta mierda.
Y puede que al final seamos los campeones, pero aún estoy esperando a que alguien me diga qué habremos ganado con todo esto.