Caminaba por en medio de las vias dandole patadas a los escombros que en ellas había a ratos y a ratos poniendose de puntillas sobre la parte metálica para extender los brazos y hacer equilibrios mientras canturreaba. Bajaba dando saltos de los railes y se movia entre el mohoo y la suciedad imaginando que un tren la atravesaba entera como si fuera un fantasma, se introducia dentro y sentaba en un vagon para observar a los pasajeros de aquel inexistente vehículo.
Como a aquella señora que miraba a la ventantana apoyando las manos en un viejo libro por la primera página, donde había una foto colocada. En la foto se veía a un hombre acariciando a un perro, sonreían. Pero la mujer no. Parecía que buscara en el cristal de la ventana el recuerdo lejano de aquella sonrisa. La niña se levantó y besó su incorpórea frente antes de seguir avanzando por el vagón.
Un niño tiraba de la falda de su madre con insistencia. Pedía algo, quería que su madre le diera una onza de chocolate de la tableta que guardaba en el bolso. O por lo menos de lo que debía quedar de ella, ya que por la cara del pequeño y sus manos ya había restos derretidos de aquel dulce manjar del que su madre le negaba ahora otro poco. Se rió ante las súplicas del pequeño que hinchaba los mofletes mientras se sentaba al lado de su madre, enfurruñado.
Continuó su viaje al pasado del tren que ya no recorría las vias y observó como una pareja de señores mayores charlaba animadamente. Ella llevaba el pelo recogido en un precioso pelo gris y miraba con amor al que debía ser su marido, que sujetaba sus manos mientras la sonreía guiñándole un ojo. El hombre se quitó el sombrero y se lo ponía con amor a su mujer, produciéndola una hermosa sonrisa en su arrugado y pálido rostro. Aquel iba a ser el último viaje del tren y el último viaje de aquellas dos personas.
El tren llegaba a su fin y solo quedaba aquella pequeña terraza característica de los trenes antigüos. Se apoyó en la barandilla y miró el recorrido del tren. Lo que iba dejando atrás...
Poco a poco el tren iba desapareciendo. El traqueteo dejó de rasgar el aire para dejarla sola en aquellas vias, de pie. Nada de eso había pasado, todo eso estaba en su cabeza. Como un suspiro del tiempo que podría haber pasado allí y que ya no pasaría nunca.
-Yo he crecido cerca de las vías y por eso se...- canturreaba deshaciendo el camino del tren donde había visto todo aquello que formaba parte del hechizo de su mente.-...que la tristeza y la alegria viajan en el mismo tren.
"Quieres ver el mundo, mira está debajo de tus pies."