Soñar bajo la lluvia. Soñar envueltos en una corriente de aire frío, de aire caliente, de aire lejano que arrastra polvo de otras tierras. Soñar bajo el sol, tirados en el césped, oteando las nubes, formando cuentos. Soñar hundiendo los pies en la arena de la playa, escuchando las olas, perdiendo la mirada. Soñar notando el agua chocar contra tus pies. Soñar con el humo invadiendo tus pulmones, con ese olor a verde tan familiar, no sé, dejarse llevar, volar. Soñar y soñar y soñar y soñar. Y no parar ni un solo instante de viajar con la mente a páramos perdidos y a recovecos inexistentes de la tierra de tu alma.
Dejarse fluir: ¿soñar o vivir? Al final todo se reduce a soñar una historia, escribir esa historia y comenzar a vivirla o seguir en casa, soñándola.
Podría decirse que todo está mal, habría que corregirse para avanzar y dejar de soñar.
Vivir bajo la lluvia. Vivir envueltos en una corriente de aire frío, de aire caliente, de aire lejano que arrastra polvo de otras tierras. Vivir bajo el sol, tirados en el césped, oteando las nubes, formando cuentos. Vivir hundiendo los pies en la arena de la playa, escuchando las olas, perdiendo la mirada. Vivir notando el agua chocar contra tus pies. Vivir con el humo invadiendo tus pulmones, con ese olor a verde tan familiar, no sé, dejarse llevar, volar. Vivir y vivir y vivir y vivir. Y no parar ni un solo instante de viajar por el mundo a los páramos perdidos y a los recovecos increíbles de la tierra que hay bajo tus pies.
Que solo es cruzar una línea que dista el sueño de la realidad, que separa la inexistencia de lo real. La que separa tu mundo de ensueño de la fría verdad, la distancia en la cual pasas de no escuchar nada a tener encima el ruido fatídico del mundo.
Pero, si te vas, no te preocupes; aunque no pares de vivir nadie te puede prohibir soñar.
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