Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

sábado, 18 de agosto de 2012

"Metáforas..."

¿Conoceís ese sueño en el que sientes como caes precipitadamente al vacío y te levantas de golpe en la cama? Ella lo había tenido aquella noche y se había despertado cayendo al vacío sin un colchón bajo su cuerpo. Su cuarto se había desvanecido y ahora se encontraba frente a una pared lisa y rocosa bajando a una velocidad tan impactante que no se sentía capáz ni de gritar. Su pelo y su vestido se agitaban al choque contra el viento de frente. No sabía si encogerse o estirarse, no podía reaccionar de ningún modo y estaba asustada. Finalmente, cerró los ojos y decidió esperar encogiendose sobre si misma hasta acabar hecha una pequeña bolita.
Y luego todo fue silencio y humedad. A sus oídos solo llegaba sonido de bubujas, silencio de agua y a sus pulmones falta de oxígeno. Abrió los ojos y se encontró a escasos centímetros de unas puntiagudas rocas que amenacaban con deshacer su cuerpo. Se aferró a una de ellas y miró hacia arriba; veía la ténue luz de la luna chocando contra la superficie del agua que dejaba a algunos de sus rayos penetrar en las profundidades acuáticas. Un ardor infernal se apoderó de sus pulmones, de su garganta y la falta de aire comenzó a pedirla a gritos que nadara hasta la superficie. A duras penas consiguió llegar, cada brazada se le hacía más pesada e imposible, necesitaba salir pero veía que no podía. Con un último impulso de brazos cansados, alcanzó su objetivo y exhaló una profunda bocanada de aire frío y nocturno.  Su pecho palpitaba con fuerza, le dolían la cabeza y los oídos, por no hablar de los brazos.
Comenzaba a calmarse y buscaba con la vista, ya acostumbrada a la escasa luz, algo a lo que poder agarrarse. No tenía ni idea de dónde estaba y solo alcanzaba a ver la lisa pared rocosa y agua. Agua por todas partes, agua helada y oscura, como una inmensa tiniebla rodeándola. No se escuchaba ruido alguno; ni grillos, ni el viento entre los árboles, ni si quiera el agua producía más sonido que el de las brazadas que ella misma daba para mantenerse a flote. Se echó a nadar hacia adelante, sin saber que encontraría o que podría sucederle. Pero cuando las cosas se encuentran en un punto como ese solo puedes avanzar o manterte en el sitio rezando por una solución. Y a ella no le gustaba nada rezar.
Seguía nadando, agradeciendo que no hubiera corriente alguna que pudiera arrastrarla. A pesar de todo no era tan mala la situación. El largo vestido comenzaba a convertirse en poco más que un lastre. Decidió despojarse de él quedando totalmente desnuda, desprotejida. El frío del agua entumecía sus miembros, le dolían los brazos y le temblaban los labios. Pero no dejaba de nadar, de fente a la nada con la luna como única compañía. Sentía el calor de las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Se planteaba la idea de bandonar y dejarse morir en el fondo del agua. De hecho, a punto estaba de rendirse cuando notó arena bajo sus pies. Con los ojos abiertos como platos, comenzó a caminar sobre la orilla y cuando el agua a penas le cubría los tobillos, se dejó caer y lloró en silencio, sintiéndose por fin a salvo.

Espero que sepaís leer entre líneas. Espero que podáis entender la metáfora.
G.

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