Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

lunes, 15 de octubre de 2012

I was scared.


Los atardeceres siempre los acompañaba de un buen peta. Mirar el sol caer la ponía melancólica, el aire de Octubre y el olor a salitre solo ayudaban a hacer de la sensación algo palpable. Una calada tras otra, casi acompasadas por el sonido de las olas chocar contra las maderas del embarcadero y el efecto visual del agua removida por la salida de los barcos. Lo malo de París era aquello; que no había mar. Por eso siempre que estaba fuera de su ciudad buscaba recovecos marinos en los que poder vaciarse por completo.
Ahí estaba, aquel atardecer al azar, con la mochila a los pies y los cascos a todo volumen centelleando canciones en sus oídos.

"Qué pensará el resto del mundo de los atardeceres".

Siempre pensaba movida por la más indecente de las curiosidades. Pensamientos palpables, pero privados, suyos. Discretos, directos, tranquilos cómo el humo. En realidad no le importaba qué pudiera pensar la gente. Sólo le gustaba jugar a que era otras personas, a que vivía en otras cabezas y pensaba de otras formas. Le gustaba ser quien era, pero nunca está de más jugar a suponer y a desvivir tu propia vida.
Aquel día se sentía mar. Se sentía brisa y bruma; silencio, palabras mudas y pisadas en la arena. Aquel día, aquel concreto día de Octubre, hubiera preferido ser flotando en el mar y ahogada de sal que estar en cualquier otro lugar; ni en casa, ni en un parque, ni en el instituto, ni en las calles. Buscaba formas poéticas en el viento. En el viento invisible, en el viento irreal. 
Aquel día tenía miedo. Pero no uno de esos miedo reales y táctiles; no de esos que se entiendes y de los que puedes decir "tengo miedo de... porque..." no. Solo estaba asustada del ritmo vibrante del mar, de los pasos acelerados de la gente. Solo estaba. Y estaba asustada de sus propias ideas y de su piel y de sus ilusiones y de sus vacíos y de estar asustada. El viento revolvía su pelo y en su cabeza todo quería salir, ella quería gritar, ella quería saltar al mar y besar la sal y chocar contra las olas.
Olvidar. Renacer. Reencarnarse. Vomitar.
Veía, vagamente, su reflejo en el agua. Se contaba historias de recuerdos. Recuerdos que no debían estar en su cabeza; las calles de París, su padre, su patria. Nunca se había sentido de ningún lugar, solo del mar. De cualquier extensión de agua que se abriera ante sus ojos. Azul. 
Caían ya las últimas luces, para ella eran las últimas luces de la tierra. Las últimas luces existentes. En su cabeza ya había saltado y no estaba ahí. El peta se había acabado, la sensación era evidente; sus ojos rojos, su cara pálida, sus manos temblorosas. Quería buscar una playa. Una playa pequeña y vacía por el frío, alejada del ruido del mundo. Quería seguir fumando, recordando, olvidando, soñando.

"Iré a algún lugar dónde poder estar a solas contigo, dónde poderte escuchar y dónde seamos."

sábado, 13 de octubre de 2012

Te qui.. te qui... ¡TEQUILA!

No es indiferencia, tu existencia me molesta. Que gastes mi aire, que ocupes mi espacio, que te atrevas a recordarme o pronunciar mi nombre son cosas que me repugnan. Me da náuseas saber que cualquier día vas a aparecer por aquí y vas a querer hablar conmigo.
No te soporto, no puedo y mira que lo estoy intentando; me estoy forzando a mi misma para tratar de hacer creer a mi mecanismo que me caes bien, pero la sola idea de tenerte cerca me hace plantearme medidas tan drásticas como escupirte en un ojo.
Dios mío, es que apestas. Absurdo bastardo, sal ya de mi bandeja de entrada. Cerdo intragable, no te soporto. Es superior a la idea que tengo de mi misma; no puedo convencer a mi cerebro de que eres un buen tipo. No puedo, no podemos. No te quiero cerca pero ni regalado. No hay palabras amables ni hay recuerdos felices, no me queda nada eso. No sé que ha hecho mi cerebro con ellos, creo que se los ha fumado o algo por el estilo porque, en serio, no me acuerdo de nada. De nada bueno al menos.
¿Puede ser que alguien haya encontrado mi botón de delete? No sé, es realmente extraño la repugnancia que me produce tu sola silueta.
Puedo decir casi con total seguridad que esto no me había pasado nunca. En la vida había sustituido la indiferencia por esta sensación de ganas de vomitar palabras desagradables.
¿Qué me pasa? ¿Qué me has hecho? ¿En qué he dejado que me conviertas? Yo no era así. No me gusta odiar, la sensación es mala. Es de cruzarme contigo y querer ver como se te hunde el cráneo en el asfalto. Odio desmesurado, odio universal. Mal y miedo. Pero sobre todo asco.

viernes, 5 de octubre de 2012

I'll stop the whole world.

Deja de ser y empieza a sentir. Olvídate de la realidad y fluye.
La ciudad está ardiendo a tu alrededor y no puedes quedarte ahí parado, mirando cómo todo se quiebra y se vuelve cenizas. El mundo que conocías, que amabas como tuyo, ya no existe. Ahora solo quedan los restos despedazados de una sociedad consumida y consumista. La gente se retuerce y grita, se arrepiente de sus pecados porque cree que esto se trata del apocalipsis y no. Esto es el premio más merecido del mundo; el premio a la vanidad y a la crueldad humana. Saquean comercios, follan, fuman y beben. Roban y se esconden como ratas. Las llamas crecen y tú, desde la parte más alta lo observas todo; tus ojos de hielo se han quedado con el mundo en la retina, te sientes deshacer. Eres demasiado puro como para entender lo que está pasando. Y gritas; pero el mundo no te escucha. Y chillas; pero el mundo está ocupado en pudrirse.

"Parad, por favor ¡parad!"

¿Por qué nadie te escucha? ¿Por qué todos te están ignorando? ¿A caso no te ven? ¿A caso no lo sienten? Quieres llorar y escupirles, quieres tantas cosas que te sientes morir. Y desde el segundo en el que empezó a arder la ciudad sabes que son estúpidos, pero tú te sientes igual de idiota solo por estar ahí arriba mirando y no ahí abajo gritando. Alguien debería haberte visto ya, no puedes ser tan insignificante.
Suena un grito, se descorcha una botella y un mechero chasquea iluminando algún oscuro callejón de esta infernal ciudad. La humanidad entera se tambalea un segundo, pero nadie nota nada bajo sus pies. Hay marcas de miedo por todas partes y gritos de fuego que ya no pueden acallarse, Todo parece perfectamente normal, todos parecen terriblemente cómodos. Todos menos tú, allí en tu azotea chasquea tu mechero y se prende tu cigarro de la risa. Cada calada un pensamiento, cada exhalo una ilusión escapada y al final se consumen tus sueños y desaparece la colilla rotando entre tus dedos. 
Quieres seguirla y ver quien toca antes el pavimento, pero te da asco la ciudad y prefieres buscar otra manera mejor de morir.
Al final te has bajado de la azotea y has encontrado tu respuesta. Sobredosis.