No es indiferencia, tu existencia me molesta. Que gastes mi aire, que ocupes mi espacio, que te atrevas a recordarme o pronunciar mi nombre son cosas que me repugnan. Me da náuseas saber que cualquier día vas a aparecer por aquí y vas a querer hablar conmigo.
No te soporto, no puedo y mira que lo estoy intentando; me estoy forzando a mi misma para tratar de hacer creer a mi mecanismo que me caes bien, pero la sola idea de tenerte cerca me hace plantearme medidas tan drásticas como escupirte en un ojo.
Dios mío, es que apestas. Absurdo bastardo, sal ya de mi bandeja de entrada. Cerdo intragable, no te soporto. Es superior a la idea que tengo de mi misma; no puedo convencer a mi cerebro de que eres un buen tipo. No puedo, no podemos. No te quiero cerca pero ni regalado. No hay palabras amables ni hay recuerdos felices, no me queda nada eso. No sé que ha hecho mi cerebro con ellos, creo que se los ha fumado o algo por el estilo porque, en serio, no me acuerdo de nada. De nada bueno al menos.
¿Puede ser que alguien haya encontrado mi botón de delete? No sé, es realmente extraño la repugnancia que me produce tu sola silueta.
Puedo decir casi con total seguridad que esto no me había pasado nunca. En la vida había sustituido la indiferencia por esta sensación de ganas de vomitar palabras desagradables.
¿Qué me pasa? ¿Qué me has hecho? ¿En qué he dejado que me conviertas? Yo no era así. No me gusta odiar, la sensación es mala. Es de cruzarme contigo y querer ver como se te hunde el cráneo en el asfalto. Odio desmesurado, odio universal. Mal y miedo. Pero sobre todo asco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario