Dale al play.
Deberías ser tú quien estuvieras aquí y no yo.
Tú delante de la pantalla del ordenador dejándote la piel en disimular.
Con una sonrisa sin validez ni credibilidad que se acumula en un montón de fotografías.
Tú quien escribiera algo parecido a versos, algo parecido a miedos, algo parecido a sueños.
Pensamientos frustrados en un mundo fatídico, en un intento fallido de relación.
Y tus oídos deberían estar escuchando los acordes de piano, que suaves y conformistas te llaman.
Ser como una de esas personas que no aman porque vivir era demasiado como un cuento de hadas,
que ser real y sentirte como tal era algo para lo que no te creías concebido.
Ser tú quien sintiera los vacíos y la locura de los cuerpos candentes que se encuentran en medio de la noche.
Y sueñan. Y vuelan. Y se alejan.
Mirarías ahora por la ventana, sosteniendo tu taza de café y con el cigarrillo en la mano.
Ahí fuera la gente dice que es verano. Pero tú tienes frío.
Son poco más de las 3.00 de la tarde y notas el sentimiento soporífero de las 3.00 de la mañana;
la misma oscuridad, la misma pérdida de ganas.
Abatido por la imperfección de tus pensamientos en acción,
sin una buena idea que dar, que mostrar, que plasmar en un lienzo en blanco.
Vomitas tus miedos y, de nuevo, acabas llorando.
Intentas demostrar a los demás algo que ni tú has llegado a creerte
y prefieres verte ahora como un pensamiento inerte que seguir adelante y pasear entre la gente.
¿Y por qué? ¿Qué ha pasado con esos sueños enlatados que tenías antes de desvanecerte?
Todas tus fuerzas se han quedado en ese pequeño rincón olvidado que tenemos todos los presentes.
Pero que solo tú sigues llenando para conseguir que reviente.
Hablabas de poesía y decías que solo tú sabías como hacer que los textos sonaran diferente,
con una musicalidad que impacientemente te pedía una oportunidad para Neruda.
Y brillabas con esa luz desnuda que ilumina a las mentes.
Y sentirte como el humo enganchado en una corriente de aire caliente.
Eras grito y cristal, eras sueños perdidos en la irracionalidad de las mentes que están ausentes.
¿Cómo se siente perderse en medio del proceso decadente de que "si no estás me sangran las ideas"?
Y cómo te quejabas de los débiles y de los enamorados cuando caminaban a tu lado y no parabas de envidiarles.
Como cambian todas esas historias de pasados muy presentes,
cuando sé que si hubieras seguido aquí, tal vez yo me hubiera marchado.
Me has marcado, chico, me has marcado.
Y ahora que llevas a tu espalda tus miedos, los míos y los de nuestro proceso de ausentes,
en el ambiente se siente que no has cambiado tanto.
Que te voy a seguir prefiriendo a ti antes que a todas las fotos de ajenos en tonos blancos y negros y,
que el día que nos encontremos, te dejaré leer estos versos para ver si te ves reflejado en ellos
Te quiero, sin miedos. Entero como eres, o a trocitos como te muestras. No importa.
Te quiero.
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