-Mamá, me voy.
-¿A donde?
-Me voy con todos los demás, a la calle, a luchar por lo que creo...
-¡Pero hija, eres muy pequeña! ¿Qué más da que vayas o no? No van a escucharte, a penas se oye tu voz. Sería increible que tu participación cambiara algo.
Anda, déjalo estar y sientate aquí conmigo a ver la televisión un rato ¿Si?
-¡No, mamá, no! ¿No ves que no vale con decir "déjalo estar"? Hay que salir, mamá. Hay que salir y luchar. No debemos rendirnos, nunca debimos hacerlo. Ahora que el mundo empieza a estallar haciendo temblar todo como si fuera un terremoto no es el momento de sentarse a ver la tele.
En este instante están robándonos, mamá. Están quitándonos lo que tenemos y lo estan repartiendo entre aquellos que ya tienen suficiente e incluso más de lo realmente necesitan.
Yo no les he dado permiso para quitarme mis derechos ni tampoco les he permitido robarme, aunque sea de forma indirecta. ¿No lo entiendes, mamá? ¿No puedes ver que se aprovechan de nosotros?
Los corderos se han alzado contra los leones y, aunque sean pequeños, son más numerosos que ellos. Sus gritos llegan más lejos, tanto que pasa de un país a otro.
Mamá, la revolución está aquí y no pienso quedarme en casa viendo la televisión. Pienso salir ahí, pequeña como soy, a gritar con los demás corderos.
Y créeme, nadie en el mundo podrá silenciarnos.
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