Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Ella.

Ella estaba sentada en la cama, como siempre. Tenía la espalda apoyada en el cabecero y los ojos cerrados. Él, apoyado en el marco de la puerta, la miraba mordiéndose el labio inferior con gesto de culpabilidad.
Ella agachó la cabeza y se echó a llorar en silencio. Sus hombros se convulsionaban entre sollozo y sollozo.
-Oye yo...- silencio, solo eso. No quería oirle terminar la frase, no había nada que pudiera decir para hacer que ella volviera a sonerir.-Te quiero...- le pareció entender antes de levantar la cabeza para ver como él salía por la puerta, comenzando a bajar los escalones. Ella se levantó y salió corriendo, para detenerle. Pero no. Esta vez no. Agarró la puerta y cerró con un golpe seco, apoyándose contra esa y rompiendo a llorar violentamente, ahogando un "lo siento" en sus lágrimas.
¿Por qué? ¿Por qué coño era tan cabezota y no podía dejar de lado el orgullo? ¿Por qué le había dejado salir de la habitación y dejarla sola?
Joder si le quería, ¡claro que le quería! Pero estaba muy cansada de estar sola, de esperarle durante meses para luego tenerle un par de días. Ese par de días en los que era suyo totalmente, ese par de días en los que cambiaría la existencia del mundo por unos minutos más acurrucada a su lado en la cama. Pero luego él se marchaba, siempre. A cualquier parte y en esa cualquier parte no estaba ella.
Sollozó y recorrió la habitación con la mirada buscando su bolso. Se puso de pie y caminó hasta él rebucando en el interior hasta dar con el paquete de tabaco y el mechero. Se encendió nun cigarrillo dejando correr las lágrimas mientras daba la primera calada y se apoyaba contra la ventana. Al expulsar el humo empañó la ventana y una sonrisa cruzó su cabeza; cada vez que lo acompañaba al bus, él empañana el cristal y dibujaba una sonrisa. Ella dibujaba un corazón con las manos y esperaba a que se fuera el bus, para volver a casa acompañada del recuerdo de sus caricias.
Los recuerdos, siempre los recuerdos. Era eso lo que la trastornaba. Tener de el el recuerdo de unos besos intensos, de unas palabras suaves susurradas al oído, de unos dedos que acariciaban tímidamente su nuca.
Sacudió la cabeza tratando de no pensar en su manera de ver las cosas y en como rasgaba las cuerdas de la guitarra cantando para ella sus canciones favoritas con la voz ronca de tanto fumar. Y no quería pensar en los aros de humo que hacia para ver como ella jugaba a meter dentro sus finos dedos.
A ella le gustaba enredar los dedos en su pelo para luego desenredarlos y le gustaba decirle que no le quería solo para ver como el sorprendido chico se abalanzaba sobre ella.
Cerró los ojos abriendo la ventana y mientras la helada brisa la golpeaba la cara, se acordó de su sonrisa. De como sonreía nada mas despertarse, de como sonreía cuando todo iba mal y cuando todo iba bien. Sonreía siempre solo porque eso hacia feliz a todo el mundo. Pero sobre todo la hacia feliz a ella...
Apagó los restos del cigarrillo en el alfeizar de la ventana y suspiró mirando la calle. No podía evitarlo, tenía que ir a buscarle y tragarse su orgullo.
-La gente no debería equivocarse nunca...- se dijo a si misma cogiendo la chaqueta y saliendo de la habitación dispuesta a buscarle antes de que fuera tarde.

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