El salitre entra por mi nariz, dejando en mis pulmones una extraña alegría salada que no se puede describir.
Que bien estoy, que bien me siento. Que pocas ganas de dejar pasar estos instantes en los que estamos encontrados el azul cielo, el azul mar, el blanco espuma y mis ojos. Sería perfecto que durara para siempre.
Quería sonreír por algún motivo especial, pero el simple hecho de estar apoyada en aquel lugar mirando el mar ya me hacia inmensamente feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario