Quiero que entres en mi juego y te enganches hasta que no puedas salir.
Muere de curiosidad.
Que te pique hasta que revientes. Pregunta, interroga, curiosea, espera con paciencia.
Las telas que cubren los secretos siempre acaban deslizándose, y lo sabes. O por lo menos puedes suponerlo.
Que eres bueno jugando porque te gusta jugar, te divierte, te excita y enciende en ti una llama que nadie más puede hacer aparecer. ¿Verdad?
O tal vez ponga las esperanzas donde no deben estar.
Pero no pienso apuntar a nada que no se acerque a lo que quiero.
¿Para que menos? ¿O más?
O no. No sé. Olvidémoslo.
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