Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

"Proyectos de Futuro."

Hace tres días volví a ver a Jack, pero ya no parecía el mismo. Estaba nervioso, miraba a todas partes como si alguiene stubiera persiguíendole y se rascaba los brazos. Tenía unas ojeras muy marcadas y los labios amoratados.
-Hey tío,-me dijo tirándose al suelo- nunca más, lo juro. Pero quiero las últimas dósis y Ana me dijo que tú tenías.
No tenía ni idea de lo que me estaba contando, pero sabía que no podía ayudarle.
-Jack, tío... ¿quién es Ana?
-¡Ana, joder, Ana! ¿Cómo no puedes saber quien es Ana?
Le miré un instante, se había encogido y temblaba. Metí la mano en el bolsillo de mi chupa y saqué la pitillera de plata que me había regalado mi abuelo un año atrás. Cogí un cigarrillo y, después de guardarme la pitillera, lo encendí dándole una larga calada. "¿Ana...?" No sabía quien era Ana y no lo supe hasta un tiempo después.
-Tío, no se quien es Ana y no se que te tengo que dar...
-¡No me mientas!- Se puso de pie de un salto, como si hubiera recuperado las fuerzas de golpe.- ¡Tú tienes mis putas drogas y quiero que me las des de una puta vez!
Se abalanzó sobre mi agarrándome de la camisa, mi cigarro cayó al suelo. Los ojos de Jack estaban salidos de sus órbitas y enrojecidos. Drogas, eso buscaba de mi. Pero hacía ya casi siete meses que yo me había quitado de todas esas mierdas, ya no traficaba con nada y no podía ayudarle.
-Jack, no tengo nada. Lo he dejado. Y tú deberías hacer lo mismo...
Jack no quería escucharme, sin ninguna palabra más se largó. Con las manos metidas en los bolsillos, cabizbajo y nervioso.
Cuatro semanas después una chica llamó a mi puerta. Llorosa y totalmente pálida se presentó bajo el nombre de Ana, diciendo que Jack había muerto de sobre dosis y gritando mi nombre.

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