Supongo que al final, las despedidas que más me duelen son las que salen de mi pero no tienen razón de ser.
Y odio los finales, pero mucho más odio el sentimiento de culpa. Si solo hubieras aparecido en mi puerta sonriendo, con los brazos extendidos y nada más. Mucho pido, siempre. Pero soy rara, pero soy mala persona.
No me gusta disculparme. No me gustan estas movidas que se monta la gente sobre el amor y esas cosas. Pero no siento la necesidad de dar explicaciones, ni de hablar con nadie, ni si quiera contigo. Odio el impulso de llamarte. Pero ahora tengo medios para controlarlo.
Hasta siempre, Giraluna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario