Te sientas en tu silla negra, delante de la pantalla del ordenador. Lo enciendes y miras casi angustiada lo mucho que tarda en iniciarse...
"1, 2, 3, 4, 5..." ¿Lo estás contando? Si, lo estás contando. Cuentas cada segundo que se te hace eterno y pensando esto, cuando te quieres dar cuenta, el ordenador se ha iniciado. Sonríes.
"Estará ahí, siempre está cuando yo llego." Te reconforta pensar eso. Así que inicias tú explorador para poder conectarte a Internet; escribes tu dirección, tu contraseña y cliqueas en "Entrar" sonriendo aún.
Pero no está, no está y primero piensas que volverá enseguida. Pero esa pequeña vocecilla, un poquito hija de puta, empieza a raspar en las paredes de tu cerebro. Suena clara, suena limpia, aguda y con fuerza:
-"¿Que era eso que te había dicho? Si, si de aquella chica de la que te había hablado ¿No lo recuerdas? ¡Si, si, claro que te acuerdas tonta! Seguro que es preciosa y que ahora mismo está en sus brazos, fíjate, donde querrías estar tú... ¡Que coincidencia! Tal vez tengáis en común más de lo que crees.
A lo mejor en algún momento ella también pensó que la zorra eras tú o simplemente no sabe de tu existencia.
Admítelo, no eres lo suficientemente buena..."
Un pitido suena de lejos, una voz grita "A cenar" y te hace salir de tu propia tortura mental. "Seguro que para cuando acabe estará ahí." Sonríes para ti, pero a penas cenas cuatro bocados. Llevas ya cinco minutos mirando el plato con cara de no comprender que comes o por qué comes. Te sientes extraña, pero hace una hora estabas bien.
Y al final te levantas de la mesa con un triste "No puedo más..." cuando no estás segura de si tienes o no hambre, cuando tienes la mente nublada por pensamientos que en realidad sabes que no tienen sentido y "¡joder, joder, joder! Que asco de todo y que poco de nada."
Y al final escuchas un pitido, el ordenador suena, alguien te habla. "¡Ya era hora!" musitas para ti misma sonriendo como una idiota. Pero más idiota te sientes cuando, después de haber dado los escasos 17 pasos que separan la cocina del ordenador pensando en lo que vas a decir, en que pequeña broma usar o en que preguntas formular, la persona que te habla no es quien tu querrías.
Por supuesto contestas, intentas parecer todo lo amable y agradable que sueles ser. Eres lista y sabes como hacerlo, no notarán la diferencia por que, en realidad, no son capaces de distinguirlas.
Inusualmente saltan en la esquina de la pantalla una cantidad grande de conversaciones insulsas y poco interesantes. Cosas que no te importan mucho más que aquel mosquito que está apoyado en la pared y que tu gata mira desde abajo relamiéndose y moviendo la cola.
Y fíjate cuantas tonterías eres capaz de pensar por mantener tu mente alejada de la voz hija de puta que te raspa el cerebro y que cuando te descuidas ataca para salir a fuera.
Chasqueas la lengua, te retuerces, sales a la terraza suspiras y vuelves a entrar. Te sientas, te levantas, te vas a la cocina lo miras todo, vuelves paseas por el salón, un par de palabras; "Haha, si", "no gran cosa", "Aquí ando", "Claro:)", "Bien, y tú?"... te la suda todo.
Y esperas... sigues comiéndote el tarro. Estás casi convencida de que alguien está a su lado y más segura de que ese alguien no eres tú.
Miras la hora, "¡Coño, casi dos horas!" ya no va a aparecer. Y te imaginas como será vuestra próxima conversación, algo estúpido y sin sentido donde te dedicarás a leer lo que él te quiera contar sobre aquello que ha hecho. Y te preguntará que tal estás y tú le responderás que estás bien aunque te mueras por decirle que ayer recorriste un millón de veces el piso por que él no estaba ahí.
Y que joder que pequeño te parece ahora todo; Tu cerebro, tus manos, tú, la casa, el edificio, el barrio, la ciudad, el país, el continente, el mundo, el universo.
Que asco de todo y que poco de nada.
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