Hay una niña pequeña. Está en frente de la ventana mirando al cielo con los ojos llorosos.
-Peter Pan ya no va a venir ¿verdad?- pregunta en voz alta, pero nadie la responde- Me habéis obligado a crecer y a hacerme mayor... no quiero se mayor, quiero irme a Nunca Jamás y sobrevolar el estanque de las sirenas. Y luego luchar contra ese bellaco de Garfio ¡Que horrible hombre! Quiero jugar a buscar el tesoro y quiero perderme por la isla. Quiero bailar toda la noche con los indios, por que a mi no me podrán parar. No quiero ser una madre ¡Quiero ser un niño perdido! -dijo poniéndose de pie y mirando a su alrededor. Estaba sola, sola en aquella oscura y triste habitación de aquella oscura y triste casa.
Y no, no era una niña. Hacía siglos que no lo era mentalmente y apenas unos días que tampoco su cuerpo se correspondía con la idea de niñez que tenía el mundo.
-Maldita sea- susurró y volviendo a mirar a la ventana con los ojos anegados en lágrimas gritó- ¿Por qué? ¿Por qué nunca viniste a buscarme? ¡Era la niña más perdida del mundo! ¡Nadie en el mundo estaba más perdido que yo! ¡Ni si quiera tú! -Respiraba dificultosamente y apenas podía distinguir la silueta de la luna.
Se tiró al suelo y lloró, lloró encogida y al principio enfadada. Pero no estaba enfadada, el brillo de la luna se reflejaba en sus ojos y volvió a hablar, más serenada esta vez -¡No quería crecer! Yo quería escapar de los gritos y siempre pensé que tú vendrías a llevarme lejos de aquí; de la ciudad y de mi miedo. Yo solo quería que una de las miles de noches que observaba las estrellas aparecieras volando... pero no lo hiciste nunca. Y no lo harás ahora...
Lentamente cerró los ojos y apoyó la cabeza en el suelo suspirando, hundida en sus propias lágrimas y perdida en su abatimiento.
-No tengo la intención de enfadarme contigo Peter, eres demasiado importante para mi como para enfadarme contigo. Se que vendrás, que tardo o temprano estarás aquí. Y que me vas a liberar de todo este miedo, de todo este odio... Aunque solo sea...en mis sueños.
Su voz a penas se escuchaba como un susurro y sus ojos cerrados ya no lloraban más simplemente esperaban a poder volver abrirse.
-Nunca digas adiós porque decir adiós significa ir lejos e ir lejos significa...olvidar.
Una noche más él se acercó a su ventana y la vió allí tirada y dormida. Se acercó a su oreja y apartando el pelo de su cara susurró.
-Necesito que estés despierta, no puedo arrastrarte conmigo. Necesito que vueles y se que en tu cabeza hay pensamientos con los que volar. Aunque tú no lo creas.-
Besó su frente con suavidad y aunque solo fuera un sueño, ella lo sintió y sonrió sin llegar a despertarse.
-Algún día sobrevolaré... Nunca Jamás.
*^* ¡Simplemente lo amo! ¡Me encanta! ¡Me encanta! ¡Me encanta!
ResponderEliminarGraias, gracias mil :) <3
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