Behind.

Un trozo de espejo, un vaso con agua, una canica que no sabe girar, unos gritos envasados al vacío que nadie quiso nunca escuchar, una mirada en una cámara de fotografía, una gran bola de cristal que refleja el cielo, un arcoiris pintado en un trozo de servilleta, dos palabras escritas con rotulador en el marco de una puerta, un nombre, una sonrisa, una canción, siete frases de siete palabras, miles de listas de cosas que nadie entiende;
papel y un bolígrafo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

"Como un candil brillando entre la nada"

Tomé una decisión ¡y vaya que si la tomé!
Decidí que se acabó. Decidí que nunca más. Que ya habían sido suficientes personas pasando por mi vida para pirograbar sus cuentos, sus rostros, sus alegrías y sus penas y después marcharse dejando una herida llena de pústulas causadas por el fuego. Decidí que ya había tenido bastantes esperanzas para toda una vida y me miré al espejo con los ojos rojos he hinchados y una sonrisa tristemente herida y descubrí que merecía más, mucho más que arrastrarme entre los despojos del amor y la amistad. Decidí que mi vientre estaba demasiado lleno de los cortes que deja el suelo por el que llevaba medio siglo reptando por un poco cariño. Me miré a los ojos y me juré que siempre sola antes que mal acompañada, que más valían mares y mares de lágrimas de las cuales podía culparme a mi misma por decidir que no necesitaba a nadie antes que océanos enteros, de este y otros planetas, por las decisiones que otros tomaban con respecto a mi.
Al principio no estaba mal del todo; tenía tiempo para reencontrarme con mi cara más "bohemia" y podía dibujar, leer, tocar la guitarra y dormir mil horas sin faltar a las expectativas que otros pudieran tener en mi. Me obligué a creer que mi soledad autoinfligida era la vía más sensata hacia la sanación. Pero pronto esto empezó a cambiar. 
Porque pintar estaba bien, claro. Pero ¿a quién podía enseñarle lo que había dibujado después? Alguien para valorar mis trazos, corregir mis errores, ensalzar mis aciertos. Alguien que pudiera decirme con sinceridad qué pensaba de lo que había hecho. Alguien a quien regalar mis pinceladas.
Y leer estaba bien, por supuesto. Pero ¿Con quién iba yo a compartir todos los mundos que estaba descubriendo? O, más sencillo aún que eso ¿a quién podría prestarle esas historias, recomendárselas insistentemente y esperar un poco para poder hablar sobre ello?
También estaba bien mejorar día a día mis acordes, pero, claro ¿quién podía conocer estos avances? No había nadie allí para escuchar las melodías manirrotas que escupíamos mi guitarra y yo.
En la inmensidad de mi habitación había espacio de sobra para un alma más. 
Pero yo no quería verlo.
No, no, no, no.
¡No necesito a nadie! ¡No necesito nada!
A menudo jugamos a la libertad de ser independientes negándonos a tomar consciencia de lo necesario que es poder sentarse diez minutos con alguien y hablar. Simplemente hablar. Nada más que eso.
Por supuesto que salía por ahí, veía gente hablaba con ellos... pero no era eso lo que necesitaba. Estaba hasta el culo de conversaciones vanales y tonterías mal redactadas solo por haberme habituado a tener el tipo de conversación que solo un número muy pequeño de personas pueden darte. Y echaba de menos. Pero no estaba segura de qué.
¿Echaba de menos personas o situaciones? Quizás ambas. Quizás ninguna.
Tomé una decisión. Pero me había equivocado. Por aquel entonces solo podía preguntarme si estaba bien o no, ahora lo sé; no, no lo estaba. Y me han hecho falta demasiadas noches mirando el techo y echando de menos para darme cuenta. Vivía idealizándome a mi misma, mis capacidades, mi resistencia. Vivía sola rodeada de gente que aseguraba con una de esas frases terribles que "estoy aquí para lo que necesites" sin saber que no podían darme lo que necesitaba porque ni yo misma sabía lo que necesitaba. 
Ahora ya sé lo que necesito. No es que lo haya pensado mucho, ni es que lo sepa desde hace mucho tiempo. Simplemente un día me giré en la cama y no estaba sola. 
Simplemente un día llegué a casa y había alguien dispuesto a escucharme y juzgar mis trazos -aunque no muy objetivamente- y a leer mis libros. Y dejé de ser yo para ser otra cosa totalmente distinta y que era para mi algo nuevo y extraño.


Pero eso es otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario